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Actualizado: 4 de junio de 2025
Doña Sol reía de su parquedad, del miedo con que tocaba a los platos y las copas. Gallardo acabó por admirarla. ¡Vaya un diente el de la rubia! Acostumbrado a los remilgos y abstenciones de las señoritas que había conocido, las cuales creían de mal tono comer mucho, asombrábase de la voracidad de doña Sol y de la distinción con que cumplía sus funciones nutritivas.
Y como recobró Leiva su lanza, Habiendo á Tabobá muerto, con priesa Revuelve Abayubá sobre él, y lanza El mozo un bote tal que le atraviesa El ombligo, y el indio se abalanza Por la lanza adelante, y hace presa Con el diente en la rienda, de tal suerte, Que la corta, y fenece con la muerte.
Tomé por el uno que me fué más hermoso, fuera donde fuera; los pies me llevaban, yo los iba siguiendo, saliera bien o mal, a monte o a poblado. Llegué a una venta sudando, polvoroso, despeado, triste y, sobre todo, el molino picado, el diente agudo y el estómago débil.
Salir suele un jabalí De entre esos montes espesos, Cuyos dichosos sucesos Tal vez celebrarles vi. Fieras son, que junto al anca Del caballo más valiente, Al sabueso con el diente Suelen abrir la carlanca. Y tan mal la furia aplacan, Que, para decirlo en suma, Truecan la caliente espuma En la sangre que le sacan.
¡Será a la vaca, niño Melchor! contestó la vieja que ordeñaba, riendo de su propia ocurrencia y procurando cubrir con sus labios plegados de arrugas el solo diente que le quedaba en la boca, largo y amarillento, como hueso de bagual en una zanja. ¡Vea!... ¡Doña Águeda mojando también!
¡Hombre! dice un mozalbete a otro chisgarabís de su estofa, pasando revista a las lápidas . Mira quién está aquí... La Carmencita... ¿No te acuerdas, chico?... La que fué querida de mi primo el banquero, y le costó un ojo de la cara... Muchacha muy caritativa... y bonita, eso sí, sólo que se pintaba las cejas y fruncía la boca para esconder un diente mellado. ¡Preciosa corona le han puesto a don Melquíades!
¿No sabe usted señor revolucionario, que aquí no hay más reina que el señor don Carlos V, que felizmente gobierna la monarquía sin oposición ninguna? ¡Ah! yo no sabía... Pues sépalo, y confiéselo, y... Sé y confieso, y... dijo el amedrentado dando diente con diente. ¿Y qué pasaporte trae?
Volvió el padre la cabeza, y con expresivo arqueamiento de cejas indicó un anaquel del vasar. Encaramose la chiquilla trepando sobre la artesa, y bajó un mediano trozo de pan de mixtura, en el cual hincó el diente con buen ánimo.
«Ajajá... Ahora verás dijo sonriendo cariñosamente, como el que se dispone a dar a la persona amada la sorpresa de un regalito . Esto, ya lo ves: es un puñal». Fortunata se estremeció como si la hoja fría le tocara las carnes, y se puso a dar diente con diente. «Lo compré hoy en la tienda de espadas de la calle de Cañizares. Aquí dice: Toledo, 1873. Es bonito, ¿verdad?
Hasta se parece en ese traje, según dice el maestro de capilla, que sabe mucho de tales cosas, a un tal Diente o no sé cómo, que hace siglos vivía en Italia y bajó al infierno, escribiendo su viaje en verso. Sonaron pasos en una angosta escalerilla de caracol que, perforando el muro, comunicaba el recibimiento con el piso superior.
Palabra del Dia
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