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En nombre de Cristo, renuncia a Cristo, y diciendo siempre «no», dice, en realidad, «». Se iba arrebatando con su propia elocuencia. En su entusiasmo oratorio, hasta sintió un escalofrío, y, con voz conmovida, añadió: , es cristiana y voy a probároslo, señores jurados.

El refrán lo dice: a mal Cristo, mucha sangre. En la poesía lírica, si bien se considera, acontece lo mismo que en la epopeya y el drama.

10 , pues, siervo mío Jacob, no temas, dice el SE

La joven inclina su cabeza sobre el pecho de Juan, le echa los brazos al cuello y llora. Al día siguiente dice Gertrudis: Ayer me porté como una chiquilla, Juan, y creo que, a poco más, caigo al agua. Ya habías perdido el equilibrio dice él. Y se estremece al recordar el terrible instante. Una sonrisa sentimental pasa por los labios de Gertrudis.

JULIA. Para nosotras, el amigo es el amante legítimo, es lo que representa en nuestra clase al esposo, al caballero de confianza. Después de todo, los mejores maridos para ustedes se fabrican con nuestros amigos. DORA. ¡Comprendido! ¡Ustedes son, como quien dice, una escuela de aplicación...!

33 Y yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que permanece sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo. 35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. 37 Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús. 38 Y volviéndose Jesús, y viéndolos seguirle, les dice: ¿Qué buscáis?

Me contesta el doctor, que está con él, y dice que para ver que él no es tan simple, lea yo su receta, que, después de bien estudiada, ha puesto doña Rita bajo la peana de aquel reloj de chimenea. Veamos.

La mesonera trae un cuenco de recia porcelana con diminutos pedazos de carne frita; después pone sobre la mesa una botella llena de una misteriosa mixtura amarilla. Dice que es vino. Yo como filosóficamente de la carne frita e intento sorber el acedo brebaje. El perro pequeño ladra y salta; el galgo negro se acerca mansamente y pone su hocico sobre mi muslo. ¿Me voy a comer toda la vianda?

Te vi cruzar por el pasillo con una cara tan extraña, que no pude menos de seguirte... No lo que dice ese periódico que has dado a Ventura, pero debe ser algo muy feo y repugnante... ¡La injuria mayor que se puede hacer a un hombre! profirió Gonzalo con la garganta apretada. ¡Qué infames! ¡Insultarte a ti que jamás les has hecho daño alguno! Tienes razón, la culpa es de Ventura.

Luego, cesando de sonreír, añadió: ; tal vez le quiera a usted y no se cuenta de lo que desea. ¡Esto del querer y de la juventud es tan raro!... Llora cuando le hablan de lo de la otra noche; dice que fue una locura, pero ni una palabra contra usted... ¡Ay! ¡el corazón quisiera yo verle!