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Actualizado: 5 de julio de 2025
En los bancos que rodeaban el fuego no cabía más gente: mozas que hilaban, otras que mondaban patatas, oyendo las chuscadas y chocarrerías del tío Pepe de Naya, vejete que era un puro costal de malicias, y que, viniendo a moler un saco de trigo al molino de Ulloa, donde pensaba pasar la noche, no encontraba malo refocilarse en los Pazos con el cuenco de caldo de unto y tajadas de cerdo que la hospitalaria Sabel le ofrecía.
4 y las puertas de afuera se cerrarán, por la bajeza de la voz de la muela; y se levantará a la voz del ave, y todas las hijas de canción serán humilladas; 6 Antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; 8 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo vanidad.
El grupo de los de la idea, abandonando el cuenco limpio ya de gazpacho, vino a sentarse en el suelo, en torno de Salvatierra. Gravemente, enrollaban sus cigarros, como si esta operación absorbiese por completo su pensamiento. El tabaco era su única voluptuosidad, y tenían que calcular la duración de la pobre cajetilla durante toda la semana.
Están sentados o echados a la sombra de una parra; unos ya beodos, otros casi; quien alzando una copa que parece griega; quien sosteniendo amorosamente entre las manos un cuenco lleno de vino; el que hace de Baco adorna la cabeza con hojas de vid al que se arrodilla respetuoso cual si fuese de laurel la corona que se le otorga; alguno que ya la ha conseguido, descansa reclinado en la tierra como en el más cómodo lecho; y otro se acerca solicitando humildemente, sombrero en mano, ingresar en el corro y participar de la bebida hasta ponerse en situación digna de que le adornen también con pámpanos las sienes.
La mesonera trae un cuenco de recia porcelana con diminutos pedazos de carne frita; después pone sobre la mesa una botella llena de una misteriosa mixtura amarilla. Dice que es vino. Yo como filosóficamente de la carne frita e intento sorber el acedo brebaje. El perro pequeño ladra y salta; el galgo negro se acerca mansamente y pone su hocico sobre mi muslo. ¿Me voy a comer toda la vianda?
Palabra del Dia
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