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Actualizado: 19 de junio de 2025


Vamos al café y a la taberna; hablaremos con los chicos de la cárcel...». Total, que hemos estado todo el día inventando diabluras, y luego fuimos a casa de don Felicísimo, que también está empeñado en poner en salvo a ese preso.

Me pareció algo así como una gran función de polichinelas; un juego de niños bien combinado, cuatro diabluras, un poco de fuego producido con alcohol, contorsiones de toda especie y máquinas cuyos secretos se adivinan en seguida, ¡esto es todo! ¡hombres! ¡hombres!...

¡Descalza! gritaron las tres damas. Pues claro, hijas, ahí está la gracia.... Ana ha ofrecido ir descalza.... ¿Y si llueve? ¿Y las piedras? Pero se va a destrozar la piel... Esa mujer está loca... ¿Pero dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras? ¡Por Dios, Marquesa, no blasfeme usted! Diabluras un voto como este, un ejemplo tan cristiano, de humildad tan edificante....

Todo el santo día lo pasaban enredando desde la trastienda a la cocina e inventando diabluras. Don José era el que parecía menos feliz. Estaba triste, según decía, por la falta de ocupación.

El consejero presidía con toda su grandeza estas diabluras de los amigos, sesudos negociantes de los puertos anseáticos que gozaban de grandes créditos en el Deutsche Bank ó tenderos instalados en las repúblicas del Plata con una familia innumerable.

Pero objetó Julián yo he oído que aquí, cuando no reina Barbacana, reina otro cacique peor, que le llaman Trampeta, por los enredos y diabluras que arma a los pobres paisanos chupándoles el tuétano.... Con que por fas o por nefas.

Pero como no le faltaban ánimos y estaba dotada además de un espíritu ingenioso y travieso, fértil en toda clase de diabluras, es lo cierto que se burló de ellos largo tiempo, que de nada valieron los ruegos, las amenazas, ni la temporada que la tuvieron recluida en un convento.

Todo anunciaba que el señor de los Pazos se llevaría el gato al agua, a pesar del enorme aparato de fuerza desplegado por el gobierno. Se contaban los votos, se hacía un censo, se sabía que la superioridad numérica era tal, que las mayores diabluras de Trampeta no la echarían abajo. No disponía el gobierno en el distrito sino de lo que, pomposamente hablando, puede llamarse el elemento oficial.

Multitud de niños le rodean, le tiran de la coleta ya deshecha y desarreglada, le arrebatan un pastel, le regatean el precio y le hacen mil diabluras. El chino grita, jura y perjura en todos los idiomas que chapurrea, incluso en el suyo, lloriquea, rie, suplica, pone buena cara cuando la mala de nada le sirve y vice-versa.

Las malas lenguas pueden decir cuanto se les antoja, los mal pensados pueden suponer las mayores diabluras; pero lo cierto es que doña Inés era recatadísima y, o bien tenía razón el padre Anselmo y era una Lucrecia cristiana, o bien sabía, con prodigioso artificio, practicar aquel famoso precepto que dice: «Si no eres casta, cautaDe aquí que doña Inés pudiese erguir muy alta la frente y calificar de brutal y grosera calumnia la más leve insinuación que contra su honestidad se atreviese a hacer algún deslenguado.

Palabra del Dia

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