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Actualizado: 6 de junio de 2025
Sí tal, en Bayona. Allí descansaríamos. ¿Está usted bien segura? Segurísima. Me lo explicó cien veces el señor de Miranda. Pues en ese caso, diré a usted lo que opino. Indudablemente, su marido de usted, detenido por una circunstancia cualquiera, que no hace al caso, se quedó en Venta de Baños anoche.
No me hubiera detenido tanto si, por una parte, no estimase mucho el ingenio de usted y no sintiese sus extravíos, y si, por otra parte, no viese yo en estos extravíos el resultado de malas teorías estéticas, y de una escuela de moda que es menester combatir.
Había pensado saludar á ustedes á su paso por la villa, pero tuve la mala fortuna de llegar á la plaza precisamente en el momento de arrancar el carruaje que estaba detenido frente á la tienda de D. Marcelino. Al pronunciar estas palabras sonrió con beatitud, y los condes siguieron su ejemplo. No por ser lejanas dejan de ser bonitas.
Entonces se quedó parado, cual si le hubiesen detenido poniéndole una mano sobre el hombro, porque creyó conocerla, o, mejor dicho, reconocerla. Su memoria le trajo al pensamiento un nombre en que iban compendiados muchos recuerdos, pero la desconfianza le hizo decirse en seguida: «No, no es ella..., con esa ropa... ¡imposible!». Sin embargo, no se rindió a la duda, y tornó a mirarla.
La novela quedó deshecha en un instante. En su vista el delegado y Mario tornaron el tren de la mañana para la capital, por ir más de prisa. El cojo quedó detenido por si acaso, y se dio orden para que se le trasladase a Madrid. Mario, profundamente abatido, guardaba silencio mientras el tren se acercaba velozmente a la capital. Las lágrimas corrían a menudo por su rostro pálido y ojeroso.
El salón y las luces brillaban para Muñoz como algo irreal. Hería sus nervios el rumor de las conversaciones y de las risas alegres. Las personas que más conocía le parecieron nuevas, casi extrañas. Se puso a cavilar. ¿Por qué Adriana no se había detenido? ¿Por qué su cara no demostró siquiera placer de verle después de tres semanas?
Precisamente donde la niña se había detenido, el arroyuelo formaba un charco tan liso y tranquilo que reflejaba una imagen perfecta de su cuerpecito, con toda la pintoresca brillantez de su belleza, que realzaba su adorno de flores y hojas, si bien más espiritualizada y delicada que en la realidad.
Roger y Tristán, que se habían detenido á algunos pasos de distancia del arquero, vieron que la baronesa palidecía y que su esposo se sonreía satisfecho. Ya véis, señora mía, dijo, que no quieren dejar tranquilo al viejo lebrel cuando se preparan á levantar la caza. ¿Qué me dices, arquero, de esta Guardia Blanca de que aquí me hablan?
Sin saber cómo, en el acto de subir D. Marcelino á la diligencia es detenido, conducido á la cárcel, y allí se le fuerza á pasar algunos dias, sin que basten á libertarle las vehementes presunciones que en su favor ofrecen, un traje muy decente y cómodo, un cuerpo bien nutrido, y un semblante pacato.
Demostró su audacia cuando en el salón de las Arcadas se lanzó desesperado al través del Bar, descargando su revólver contra la muchedumbre, llegando así hasta el Cañón del Oso; pero al extremo de éste fue detenido por un hombre pequeño montado en un pequeño caballo. Miráronse un momento en silencio.
Palabra del Dia
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