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Actualizado: 15 de julio de 2025


Si son demasiado pesadas, las nubes se deshacen en lluvia sobre el océano, de donde han salido, ó bien, empujadas por los aires, van á chocar contra las escarpaduras de las colinas, por encima de los continentes, deteniéndose en los campos de las mesetas ó en las aristas y picos de las montañas.

Este se había, reído: Calla, Huesitos, calla así la llamaba familiarmente. ¡Ten cuidado no me obligues a llevarte a ti también! Y así que llegaron, como marido y mujer comenzaron a vagar por el gran prado, deteniéndose a cada instante para saludar a los amigos con quien tropezaban.

La roca, formando una sola mole en forma de colina, no había permitido levantar vivienda alguna sobre su pétreo caparacho, antiguo como el mundo. La muralla se levantaba hacia la derecha, almenada, fosca, solemne y revestida de sombras formidables. Deteniéndose en el paraje más llano, los dos mancebos derribaron al suelo sus capas.

Para evitar el encuentro con cualquier pariente o conocido de la niña, procuré seguir las menos principales. Teresa iba cogida a mi brazo como al de un antiguo amigo, hablando sin cesar, riendo, sacudiéndome a veces fuertemente y deteniéndose a lo mejor delante de un escaparate, para hacerme mirar cualquier chuchería.

Durante un par de años estuvo rodando por los ferrocarriles con sus cajas de muestras. De Barcelona hasta Huelva, y desde Pontevedra a Almería no le quedó rincón que no visitase, deteniéndose en Madrid todo el tiempo que podía.

El señor Laubepin se levantó; sus espesas pestañas cayeron sobre sus ojos, y recorrió la habitación á grandes pasos durante algunos minutos; luego, deteniéndose ante , y tomándome la mano con fuerza: Joven me dijo es cierto, le amo como á un hijo; pero aun cuando debiera despedazar su corazón y el mío con el suyo, jamás transigiré con mis principios.

María había hablado deteniéndose a menudo como si esperase que su padre la interrumpiera. Pero concluyó y aun transcurrió un largo intervalo de silencio sin que aquél se acordase de despegar los labios. Al fin la joven le preguntó tímidamente: ¿No me dices nada, papá? Nada repuso éste sin mirarla. ¿Pero me das tu consentimiento para poner por obra mi propósito? .

Más tarde, su cuñado don Florencio Varela, le interrogaba sin cesar, deplorando que la educación y los gustos del viajero no le hubieran permitido anotar sus impresiones. Cané había realizado ese viaje estupendo, deteniéndose en todos los puntos en que encontraba buena acogida... y buenas mozas.

Tres veces sonó la campana mientras él estaba allí, inmovilizado por el abatimiento, y otras tantas contestó desde lo alto del trinquete el baladro del serviola anunciando que las luces de posición seguían encendidas. Un oficial paseaba por el puente con la espalda algo encorvada y las manos en los bolsillos, deteniéndose a cada vuelta para sondear con sus ojos la obscuridad.

Vió poco después algunos de los curiosos que entraban en el bar, deteniéndose ante el mostrador para beber. Hablaban con grandes aspavientos de asombro. Al oir el nombre del griego repetido muchas veces, fijó su atención. Había gritado «¡bancoal empezar una nueva talla, cuando la banca poseía ciento cuarenta mil francos. Sólo aquel hombre de suerte era capaz de tal atrevimiento.

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