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Actualizado: 24 de junio de 2025


Detúvose aquí el diplomático con solemne pausa, y añadió sentenciosamente: Todo árbol es madera, pero el pino no es caoba... En mi opinión, ni Sabadell puede ser ministro, ni yo puedo dejar de serlo. El dedo del señor Pulido comenzó a subir y bajar con riesgo manifiesto de descoyuntarse, cual si marcaran sus oscilaciones los grados de impaciencia de su dueño.

Doña Manuela detúvose al llegar frente a la tienda y abarcó su exterior con una ojeada.

Un malestar inexplicable que a veces tomaba formas como de entusiasmo, a veces como de abatimiento letal, actuaba sin cesar dentro de él, absorbiendo todas sus fuerzas y pensamiento. Repitiole el ataque epiléptico, y cuando le pasó, disparataba cual si hubiera perdido la razón. Durmió luego profundamente; levantose alegre, salió, y dirigiéndose al Rastro detúvose en un puesto a comprar algo.

Detúvose algún tiempo Candido en Surinam, esperando á que hubiese otro patron que le llevase á Italia con los dos carneros que le habian, quedado.

Detúvose el joven frente a las Micaelas, mirando la obra de la nueva iglesia que llegaba ya a la mitad de las ojivas de la nave principal.

El doctor detúvose un momento a meditar una respuesta lógica. Pero, como no la encontrase, dijo al señorito L'Ambert: Si bien no permite mi conciencia desfigurar a otro hombre en beneficio vuestro, creo que podría, sin escrúpulo, cortar del brazo de cualquier perillán los pocos centímetros cuadrados de piel que os hacen falta.

Una mañana paseaba solo por la Taconera, cuando tropezó con una persona cuyo rostro no era extraño para él. Detúvose, saludó, y el desconocido conocido le contestó fríamente. Era un hombre de alta estatura, moreno, de ojos negros, bigote y patillas.

Mas de pronto, se le ocurrió que el escribirle tenía sus inconvenientes, y que en realidad era preferible una explicación verbal de la cual nadie que la conociera podía enterarse en aquellos momentos. Detúvose un momento indecisa, y bruscamente dió la vuelta y se metió de nuevo en el portal. Cruzó sin decir nada por delante de la portera y subió con pie ligero las escaleras.

Verás, no tengo más que la camisa y la chambra. Ya me había preparado. En efecto, quitose, o por mejor decir, arrancose la chambra y quedó cubierta solamente de la camisa. Detúvose un instante, echó una mirada al instrumento que Genoveva tenía en la mano y corrió por su cuerpo un estremecimiento de frío, de placer, de angustia, de terror y de ansia, todo en una pieza.

Tablas y la señora Nazaria están, según parece, en muy buena posición. El fenómeno no dijo nada, y siguió subiendo. Parecía subir con un solo pie. Al llegar arriba detúvose para tomar aliento. Sin duda no respiraba más que con un pulmón. ¿Se ha cansado usted, caballero? No tal... piso tercero.

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