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Actualizado: 24 de junio de 2025
Kernok cayó desvanecido y dos carcajadas siniestras resonaron en la cabaña. En esto llamaron a la puerta. ¡Kernok, Kernok mío! dijo una voz dulce y fresca. Estas palabras produjeron sobre Kernok un efecto mágico; abrió los ojos y miró a su alrededor con extrañeza y espanto. ¿Dónde estoy, pues? dijo levantándose ; ¿ha sido una pesadilla, una espantosa pesadilla?
Llegó un momento en que el frío y el dolor le apretaron tanto, que se sintió casi desvanecido, creyó morir, y elevando el espíritu a la Virgen del Carmen, su protectora, exclamó con voz acongojada: «¡Madre mía, socórreme!» Y después de pronunciar estas palabras, se sintió un poco mejor y marchó, o más propiamente, se arrastró hasta la plaza de las Cortes: allí se arrimó a la columna de un farol y, todavía bajo la impresión del socorro de la Virgen, comenzó a cantar el Ave Maria, de Gounod, una melodía a la cual siempre había tenido mucha afición.
Realmente no tengo motivos para pensar que mi felicidad se ha desvanecido. Han vuelto a encontrarse hoy. Ni en él ni en ella he notado nada de particular. Hasta se han hablado con cierta indiferencia. Seguramente el otro día yo he visto visiones. Ella hoy se fue temprano. El saludo que se hicieron sólo demostraba afecto amistoso.
Pero lo que más me atrajo la atención en el misterioso paquete, fué algo forrado con paño de un rojo hermoso, bien que bastante gastado y desvanecido. Había también en el forro visibles huellas de un bordado de oro, igualmente muy gastado, de tal modo que puede decirse que apenas quedaba nada.
Además, era dificilísimo suponer que tanto amor como aquella gentil muchacha me había demostrado en el tiempo que duraron nuestras relaciones se hubiese desvanecido en un instante, sin quedar entre las cenizas rescoldo alguno. En resumen, que dormí bastante bien aquella noche y pasé el día siguiente tranquilo. Por la tarde recibí carta de Isabel. No la esperaba tan pronto.
Cuando abandoné el siglo y el mundo y vine a refugiarme en el claustro, me impulsaban y halagaban ambiciosas esperanzas que también al fin se han desvanecido.
El bien y el mal de cuanto había hecho se le aparecían como presente y no como desvanecido y pasado, y al mismo tiempo hacían irrupción en su espíritu, en tropel contradictorio y confuso, triunfos y derrotas, crímenes y virtudes, gloria y oprobio y mil portentosos lances y sucesos, que flotaban sin encadenamiento que los ligase, en un porvenir nebuloso.
Mantoux se preguntó si no le había engañado su vista y si no era víctima de una alucinación; recuperó la presencia de ánimo, volvió sobre sus pasos y buscó al enemigo; el camino estaba desierto y la aparición se había desvanecido en la noche. Una obscuridad profunda envolvía la casa.
María Teresa se excusó y salió precipitadamente. Algunos minutos después, la puerta del salón se abría, para dar paso al señor Aubry, sostenido por sus dos hijos. Estaba muy pálido; se dejó caer pesadamente sobre un sofá; luego, a Martholl le dijo: Discúlpeme de presentarme en esta triste figura... me he desvanecido en la fábrica y han tenido que traerme en coche como un bulto.
Pero apenas se hubo descubierto, la sangre inundó su rostro y cayó desvanecido. Pronto volverá en sí, dijo el noble después de examinarlo atentamente. He perdido hoy un valiente escudero y mal puedo perder otro. ¿Cuántas bajas hemos tenido, Simón? Nueve arqueros, siete marinos, once hombres de armas y vuestro escudero el joven señor de Roda. ¿Y el enemigo? Sólo queda con vida el jefe normando.
Palabra del Dia
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