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Actualizado: 16 de junio de 2025
Todas, absolutamente todas, iban á estar al lado de Francia. «¡Viva!... ¡viva!» Un matrimonio viejo ocupaba una mesa junto á los dos amigos. Eran rentistas, de vida ordenada y mediocre, que tal vez no recordaban en toda su existencia haber estado despiertos á tales horas.
Su empleo más continuo é infatigable, fué instruir á algunos mozos más despiertos, no sólo en las cosas de nuestra santa fe, más aún en el servicio de la iglesia y de las funciones sagradas, enseñándoles el canto eclesiástico y las otras sagradas ceremonias, ministerio de trabajo y tedio increíble y sólo tolerable de una grande caridad y celo ardiente, porque era necesario poco menos que hacerles mudar naturaleza, domesticándolos y desvastándolos poco á poco, corrigiéndolos sin exasperarlos, y tolerándolos algún tiempo mal acostumbrados y viciosos, para hacerlos totalmente otros diversos de los que eran al principio.
La diferencia entre dichos estados no debe buscarse únicamente en la claridad y viveza de las sensaciones, y certeza actual que ellas engendran. Es indudable que á veces en el sueño se nos presentan las imágenes con tanta claridad como sí estuviéramos despiertos, y que por el momento la certeza es completa. ¿Quién no ha experimentado durante el sueño, viva alegría, ó terribles angustias?
Cuando hubieron terminado, asomáronse uno y otro sobre las peñas, y, entrelazando sus brazos, la mirada fija en el mismo punto del horizonte, entonaron la siguiente plegaria, con ese acento peculiar del que recita palabras ilustres, cuyos ecos están siempre despiertos en la memoria. Ella dijo: «El amor santo y el insomnio se añudan como una cuerda para darme tormento.»
Era un espectáculo tan romántico, tan soberanamente triste y elocuente, que sentímos nuestras almas conmovidas hasta lo mas hondo y soñamos despiertos durante horas enteras.! Qué de misterios penetra y analiza el alma, excitada por el sentimiento de admiracion, en aquellos momentos en que Dios se revela en sus sublimes obras y ningún rumor humano se interpone en medio del Creador y el hombre, del corazon y la naturaleza!
Ya a esta sazón aclaraba el día; y, así por esto como por el ruido que don Quijote había hecho, estaban todos despiertos y se levantaban, especialmente doña Clara y Dorotea, que la una con sobresalto de tener tan cerca a su amante, y la otra con el deseo de verle, habían podido dormir bien mal aquella noche.
En voz muy baja, con las manos enlazadas, inclinando de vez en cuando la cabeza para rozar con los labios la frente de la niña, hablaron largo rato, mejor dicho, soñaron despiertos, queriendo penetrar en los abismos insondables del tiempo. ¿Cuál sería la suerte de aquella hermosa criatura? ¿Cómo se la educaría? Amalia decía que conseguiría educarla como hija suya, hacerla una verdadera señorita; estaba segura de que D. Pedro no se opondría a ello. Y como quiera que no tenía hijos, nada más natural que habiéndola tomado cariño la dejase a su muerte algún legado importante. El conde hizo un gesto de desdén. La niña no necesitaba de la hacienda de D. Pedro.
Palabra del Dia
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