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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Catalina acababa de despertarse, y graznaba como cuando se solloza; Wetterhexe, más muerta que viva, observaba los movimientos del loco desde el rincón más obscuro del antro. ¡Ya han salido todos de la tierra! exclamó de repente Yégof . ¡Todos, todos! ¡No queda ninguno! ¡Ellos reanimarán el espíritu de la gente joven y le inspirarán el desprecio a la muerte!

El antiguo calavera sintió despertarse sus instintos de libertinaje con el perfume que exhalaba aquella mujer, perfume indefinible de carne fresca y virginal que él creía aspirar, como buen conocedor, más con la imaginación que con el olfato.

Pero tan impuras eran las fuentes en que bebió aquel geógrafo, que se necesita todo el respeto que inspira una gran celebridad para disimular sus errores. Cuando apareció este mapa, la Corte de España empezaba á despertarse de su letargo, y á mirar con menos indiferencia sus posesiones ultramarinas.

Sobre el mármol de la mesa de noche, medio apoyado contra la lámpara, reposaba un libro, todavía abierto, como si se le hubiera dejado allí en el momento de apagar la luz. Sobre todo aquello parecía cernerse esa paz serena e indefinible que revela el alma pura de una niña. La que allí moraba se había dormido la víspera con una plegaria para despertarse en la mañana con una sonrisa.

La señora de Maurescamp manifestose en los primeros tiempos completamente rebelde a toda idea de reconciliación. Pero después de dos o tres meses pasados en un estado de estupor desesperado, pareció despertarse repentinamente bajo la impresión de nuevas reflexiones. Declaró a su madre que cedía a sus consejos, que volvería a casa de su marido y que sólo pedía algunos meses de retardo.

Tan triste y abatido le dejó el relato, que para confortarse un poco bebió contra su costumbre, y le hizo daño. Entre el excusador y Celesto le llevaron a casa. Por la mañana al despertarse no recordaba nada de lo que había pasado en la taberna. Pero recordó con terrible claridad la situación en que sus imprudentes galanteos habían colocado a la pobre Rosa.

¿Qué dirían nuestros intolerantes convecinos si por arte sobrenatural al despertarse una mañanita se hallasen viviendo en aquella gran Sevilla del siglo XVI?

Agita sus labios rojos... ¿Será verdad lo que he oido?... Otra vez... ¡Ah! ; mamá, mamá, no hay duda, eso ha dicho. ¡Me llama!... ¡Bendito seas! ¡Una y cien veces bendito! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mas ¡ay, Dios! va á despertarse... ¡Que he de hacer siempre lo mismo! Vaya; no guardeis silencio: ya se ha despertado el niño.

Luego desde el día que la atención de Magdalena pudo despertarse en punto al verdadero estado de mis sentimientos, no se había vuelto a decir palabra sobre aquel asunto y jamás tuve ni el indicio más leve de que Magdalena pensara en él todavía.

Y Agapo decía que no, que él no sabía nada, no quería saber nada; contrariado, ya no sonreía, arrojando miradas feroces a su alrededor, como si aquel lujo insolente, al despertarse el recuerdo del pasado, insultara su miseria e irritara sus nervios. Se oyeron pasos y voces en la escalera. No huyas, que será alguno de esos fastidiosos que asedian a papá todos los días.

Palabra del Dia

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