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Actualizado: 12 de junio de 2025


Recordaban aquellas enormes fábricas de madera pintada, con su lanza semejante a un mástil de buque y sus ruedas cual piedras de molino, las carrozas sagradas de los ídolos indios o los carromatos simbólicos que güelfos y gibelinos llevaban a sus combates. La gente pasaba revista con una curiosidad no exenta de ternura a la fila de rocas, como si su presencia despertara gratos recuerdos.

Y al salir hizo un gesto tan irreverente ante las barbas venerables de D. José de Relimpio, que este, furioso ya por oírse llamar Pepillo, no pudo contener su indignación, y cuando el ser humano estuvo fuera, exclamó: «¡Canalla!... ¿Pero es posible, hija, que , , aceptes?... Provisionalmente dijo Isidora, como si despertara de un desagradable sueño . ¡Estoy tan mal...! Necesito...».

Abrió un criado la puerta; preguntó D. Luis por su padre, y sabiendo que dormía, para que no le sintiera ni se despertara, subió D. Luis de puntillas a su cuarto con una luz, recogió unos tres mil reales que tenía de su peculio, en oro, y se los guardó en el bolsillo. Dijo después al criado que le volviese a abrir, y se fue al casino otra vez.

Que yo he oído decir muchas veces y a muchos discretos que, si él puede, antes os la dará roma que aguileña. Y ¿quién sabe si esta soledad, esta ocasión y este silencio despertará mis deseos que duermen, y harán que al cabo de mis años venga a caer donde nunca he tropezado? Y, en casos semejantes, mejor es huir que esperar la batalla.

¡Ya no hay remedio! exclamó el eclesiástico cubriéndose el rostro con las manos, la ciudad toda se despertará y saldrá á la calle apresuradamente y me hallará aquí. Pero no fué así. El gritó resonó tal vez en sus asustados oídos con mayor fuerza de la que realmente tuvo.

El éxito de la operación, no por previsto dejó de satisfacerme; al contrario, con el mayor gusto del mundo, me senté al lado de mi mujer esperando que despertara de su sueño.

Cuando el doctor hubo hecho su examen en silencio, se apartó de la abertura. Pasa tu brazo por allí, Adalberto dijo, y procura alcanzar la cerradura. Ella la ha cerrado por dentro. Pero la señora Hellinger, apretándose contra la puerta, suplicó a grandes gritos a «su querido tesoro» que se despertara y abriera ella misma. Al fin, se consiguió apartarla y abrir la puerta.

Ha leído todas mis obras: las lee diariamente, y los principios que en ellas se sostiene... Son inmejorables, señora; pero su hija de usted es muy joven, y si su corazón llega a despertarse... No se despertará nunca. En mi familia no se despiertan los corazones. No lo dudo dije mirándola, en cuanto al pasado; pero en el futuro...

La vi tambalearse, pero al movimiento que hice para sostenerla se desprendió por un impulso de inconcebible terror, abrió desmesuradamente los ojos extraviados y exclamó: «¡Domingo!...» como si despertara de un mal sueño que hubiese durado aquellos dos años; luego dio algunos pasos hacia la escalera arrastrándome en pos de ella sin conciencia de lo que hacía.

Si es así, como yo lo deseo, mi amor despertará y se empleará todo en la hermosura del cielo, en Dios que le ha criado, en las flores, en la poesía, y quién sabe si hasta en la ciencia, dado que en mi estrecho cerebro de mujer quepan sus grandes verdades, sus oscuros misterios y sus temerosos problemas.

Palabra del Dia

lanterna

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