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Venía la pobre mujer sofocadísima del veloz correr por las calles; apenas podía respirar, y su rostro sudoroso despedía fuego, sus ojos alegría. «Me han dado tres dijo mostrando las monedas , una en cuartos. No he tenido poca suerte en que estuviera allí Valeriano; que a llegar a estar el ama, la Reimunda, trabajo que costara sacarle dos y pico».

Un momento después, don José se despedía desde dentro diciendo a Millán, que había vuelto a salir al comedor: Si hay noticias, ven mañana, ¿eh? y tráeme algún periódico, que es la única distracción que tengo. Descuide Vd., no faltaré. Adiós, doña Manuela; que pasen ustedes buenas noches, y de hoy en un año. Adiós, Leo. ¿Quién hace el favor de bajar a abrirme?

Un negro horrible, que despedía un fuerte olor a amoníaco, se había presentado de pronto, saliendo de detrás de una escollera que se prolongaba hacia la orilla septentrional de la bahía. Era de poco más que mediana estatura; pero tan extraordinariamente enjuto, que se le podían contar las costillas.

Ahumaba la planchadora, o por mejor decir, despedía un vaho sutil y punzante que Miguel aspiraba embriagándose sin darse cuenta de ello.

Estuvo en boga durante el siglo XVII en España e Italia, y después en Inglaterra, pero en los últimos cien años, o más, parece que ha caído en desuso, debido, probablemente, a su gran dificultad. Con el mayor cuidado colocó en filas sobre la mesa todas las cartas, y se entregó a largos y complicados cálculos entre las pesadas bocanadas de humo que despedía su pipa. ¡No! exclamó al fin.

Al oir estas palabras, que le penetraron hasta el alma, salió como fuera de , y en aquel punto se vió cercado de una luz tan bella, que la del sol, en su comparación, era muy tenue y despedía una fragancia tan suave é incomparable con ninguna cosa odorífera de la tierra, que manifiestamente se conocía que era don del cielo; sus carnes se le pusieron tan delicadas como de un niño recién nacido, y se movía con tanta agilidad como si estuviera despojado de la pesada carga del cuerpo.

Y por obedecer a don Pedro que nos llamaba, apartámonos de la linda panadera que nos empujaba con los ojos hacia él mientras se despedía de nosotros «hasta luego»; pero de tal modo, que con ello y con algo más que yo había creído notar antes, y un poco de malicia que nunca falta en los pensamientos de los hombres en determinados casos, como aquél, no pude menos de exclamar en mis adentros: ¿Si serán estos los anteojos con que mira Neluco estos lugares que tan hermosos le parecen?

Agarrándose de las paredes pudo, a las diez de la noche, volver a su taller, cogió pedernal, eslabón y pajuela, y encendiendo una vela de sebo se arrojó vestido sobre la cama. A medianoche despertó. La mortecina luz despedía un extraño reflejo sobre el esqueleto colocado a los pies del lecho. La guadaña de la Parca parecía levantada sobre Baltasar.

Las trémulas llamaradas, que el fuego de la chimenea despedía, hacían oscilar fantásticamente, sobre las paredes del aposento, la sombra del viejo don Alejandro. Arrebujado éste en un sillón, al lado del ancho hogar, procuraba calentar su cuerpo, entumecido, no tanto por el mal tiempo que a la sazón hacía, cuanto por los años y penas que sobre él pesaban.

Si Frígilis estaba en el Parque, sentía un amparo cerca de . Se calmaba. Crespo subía una vez cada tarde a verla; pero no se sentaba casi nunca. Estaba cinco minutos en el gabinete, paseando del balcón a la puerta, y se despedía con un gruñido cariñoso.