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Actualizado: 18 de junio de 2025


De esta sosegada y pacífica existencia resulta, que la vida de nuestro poeta tiene en verdad pocos incidentes variados y no ofrece más interés que los de cualquier vulgar y oscuro fraile de aquellos que retirados en sus conventos veían deslizar los años iguales y monótonos.

Escuchaba riendo las chanzonetas pesadas y groseras de Tomás; bromeaba con Ángela, dejando deslizar siempre que podía alguna lisonja, que en el campo, como en la ciudad, producen admirables efectos; contaba anécdotas picantes a Rafael, y le proveía de tabaco; hablaba del tiempo y las labores al criado, una especie de animal tardo y perezoso como el buey y con la testa casi tan dura.

El joven se sienta frente a ella en un taburete; haciendo deslizar entre sus dedos la tela del vestido de baile, escucha con una sonrisa indulgente el parloteo de Gertrudis. Lo que ella le cuenta está lleno de sol, y respira la alegría de vivir.

Era el juego de los antiguos carabineros de deslizar debajo de las casas tabacos y hojas de contrabando, simular despues una requisa ¡y obligar al infeliz propietario á sobornos ó multas! ¡Solo que el arte se perfeccionaba y, desestancado el tabaco, se recurría ahora á las armas prohibidas!

Nuestro Señor Jesucristo era considerado por el hereje que la escribiera como hombre. Le prodigaba mil irrisorias alabanzas, le manifestaba exagerada admiración, pero era para demostrar mejor su condición exclusivamente humana y deslizar el veneno de la impiedad con más fruto.

Y, para no permanecer inactiva hasta que el café hubiera pasado, tomó el tejido de gruesa lana que en su condición de «Presidenta de la Asociación de las mujeres» y de «Directora de la comisión de los pobresno se permitía jamás abandonar, y con una rapidez inaudita hizo deslizar las agujas brillantes en sus manos huesosas y habituadas al trabajo.

No había otro como él para atravesar de noche ciertas calles con un bulto bajo la capa, figurándose mendigo con un niño a cuestas. Ninguno como él poseía el arte de deslizar un duro en la mano del empleado fiscal, en momentos de peligro, y se entendía con ellos tan bien para este fregado, que las principales casas acudían a él para desatar sus líos con la Hacienda.

El ruido de pasos se dejó oír más. De un salto me paré... Roberto vino, se sentó al borde de la cama; con la mano enjugó el sudor que cubría la frente de Marta, e hizo deslizar los cabellos de ésta por entre sus dedos. Yo lo observaba de reojo y a hurtadillas. Apenas osaba respirar.

Su cara es ovalada, con espesos rizos separados como los de la Virgen sobre una frente muy blanca. Estaba pálida, acaso de emoción y de fatiga. No esté usted de pie le dije, y permítame sentarme a su lado. Tenemos que hablar. La muchacha se dejó deslizar entre los almohadones del sillón, que casi la ocultaban, y me senté a su lado.

A la cabecera, la ropa estaba cuidadosamente doblada en una silla; las enaguas y las medias puestas las unas sobre las otras muy en orden, y sobre la pequeña alfombra del lado de la cama las zapatillas dispuestas de manera de poder deslizar en ellas los pies al levantarse.

Palabra del Dia

rigoleto

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