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Actualizado: 22 de julio de 2025
Sola no sabía qué decir. Las palabras que oía revelaban tal convicción y D. Benigno le infundía tanto respeto, que no se atrevió a contestarle ni a defenderle contra su buen sentido. Pensó primero que debía insistir en lo del matrimonio; pero afortunadamente desistió de una idea que habría sido impropia.
Notable fué el sentimiento del P. Provincial viendo desvanecidos medios tan eficaces para el intento; mas no por eso desistió abandonando la empresa, y así, pasado el año siguiente á la visita del colegio de Tarija, ordenó al Padre Juan Patricio Fernández que fabricase algunas canoas en las riberas que se creía eran del río Paraguay, enviase por allí al P. Miguel de Yegros, con el hermano Enrique Adamo, á la Asunción, acompañándoles los Xarayes prácticos del río y valientes vogadores.
Era después que el señor Tomás desistió de buscar a su hijo entre el número de los vivos y se dedicaba al examen de las necrópolis y a inspeccionar cuidadosamente las frías lápidas de los cementerios.
Volvió a Madrid y tardó más de una semana en ir a visitarla. Llegó el día de su santo, y nada, ni un miserable ramo de flores. Entonces, sin darse cuenta, empezó a sentirse mortificada por una impresión, mitad sorpresa y mitad despecho. ¿Habrían sido intencionadas sus bromas y luego desistió de ellas por considerarlas estériles? ¿Jugó con fuego hasta quemarse?
Cansado por los tráfagos de la administración harto del inacabable cálculo de intereses y amortizaciones, pensó en distraerse viajando por el extranjero. Mas desistió por entonces de la idea, en parte por ahorro, en parte porque todavía no estaban los asuntos de su casa como para delegarlos en manos de procuradores o intendentes.
Cuando llegó á San Francisco, supo que Foster se hallaba en una propiedad suya, á dos horas de ferrocarril, y desistió de su visita. Ya le vería más adelante; estaba cansada; le asustaba estas dos horas de tren, después de haber pasado una semana entera en vagón. Y, á pesar del tal cansancio, salió inmediatamente para Los Ángeles, un viaje cinco veces mayor.
Su alma ingenua ya no pudo dudar que Adriana estaba salvada. Únicamente se asustó por la posibilidad de que Julio no llegara a tiempo. Pensó hablarle por teléfono; pero desistió, temiendo que Adriana la sorprendiera. Llamó furtivamente a Lola, la sirvienta. Oye, tú llevarás una carta al señor Lagos, pero que nadie te sienta salir.
Al quedar en la obscuridad anduvo algunos pasos con las manos avanzadas, olvidado completamente de los planes de ataque que había concebido momentos antes en su acelerado pensamiento. La cólera trastornaba sus ideas. La ceguedad repentina de su espíritu sólo tuvo una idea, igual al último destello de una luz que se aleja. Tocaba ya la escopeta con sus manos palpantes, cuando desistió de cogerla.
El Conde planteó el problema de tal suerte, que fué menester que la incógnita se despejase. Elisa escamoteó, negó todos sus coqueteos, y el Conde se apartó serena y hasta fríamente de su pretensión amorosa. Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella negó de nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desistió por completo de hacer la corte a Elisa.
A despecho de tan importantes motivos, no sabemos por qué doña Inés desistió de que Juanita fuera al convento de Ecija, y hubo de fijarse al fin en las Comendadoras de Santiago, en Granada, donde, si no se hacen aquellos peregrinos e inimitables bizcochos, se hacen los mejores almíbares de toda Andalucía.
Palabra del Dia
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