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Ni más ni menos se las habían dado a Teresa Panza, mujer de Sancho, la cual, desgreñada y medio desnuda, trayendo de la mano a Sanchica, su hija, acudió a ver a su marido; y, viéndole no tan bien adeliñado como ella se pensaba que había de estar un gobernador, le dijo: ¿Cómo venís así, marido mío, que me parece que venís a pie y despeado, y más traéis semejanza de desgobernado que de gobernador?

Ocurrió por entonces en España uno de esos acontecimientos que hacen raya en la historia de los pueblos; marejadas de fondo, como diría Tremontorio, cuyas ondas, bajo un cielo sereno, sin saberse en dónde nacen, son más impetuosas á medida que caminan; y llegan á la costa, y baten sus peñascos, y no hay entre ellos cueva, ni boquete, ni escondrijo donde la furia no meta su desgreñada cabeza con pavoroso estruendo, ni puerto tan seguro que no reciba sus espumas y sienta estremecerse el limpio cristal de sus aguas.

La reciente viuda, con una mala saya de percal, desgarrada y sucia, en mangas de camisa, desgreñada y descalza, esperaba á la fúnebre comitiva, acurrucada en un rincón de la destartalada habitación en que había muerto su marido: sala, alcoba, pasadizo y comedor al mismo tiempo; pues aquella pieza y otra reducidísima y obscura que servía de cocina constituían toda la casa.

Esta lucha era superior a mis fuerzas, y bien pronto se apoderó de una convulsión violenta... yo oía confusamente los chillidos del niño y aquel grito que me decía: «¡VéngamePero de repente, y como en un sueño, se me puso delante de los ojos aquel suplicio, los soldados con sus picas, mi madre desgreñada y pálida, que con paso trémulo caminaba despacio, muy despacio, hacia la muerte, y que volvía la cara para mirarme, para decirme: «¡VéngameUn furor desesperado se apoderó de , y desatentada y frenética, tendí las manos buscando una víctima; la encontré, la así con una fuerza convulsiva, y la precipité entre las llamas.

Estaba pálida como una muerta, desgreñada como una loca, trémula y llorosa como una mujer deshonrada. Allí oimos cosas que no olvidarémos, y de que no podemos dar parte á nuestros benignos lectores. Llegamos, por fin, á nuestro hotel. Pagué al cochero siete francos, uno de propina, y subimos á nuestra habitacion, que nos pareció el templo de la Paz. ¡Qué silencio tan apacible! ¡Qué dicha!

Lo que hice fué reconocer mi error en cálculos de cronología, para los cuales no había contado yo con la feroz y desgreñada revolución de Francia. En vista de esta revolución, el bien relativo, el estado de libertad y de adelantamiento para las sociedades, que yo fantaseaba como inmediato, se hundió hacia adentro, en los abismos del porvenir, lo menos dos ó tres siglos.

En amorosas citas las aves mañaneras juegan en los ramajes y se inebrian de esencias de suaves sampaguitas. Besos de sol se posan en las cabezas mustias, y ante las plantas de una Virgen de las Angustias, musitando plegarias de matinal candor, como una blanca sombra, está Mimí de hinojos desgreñada la trenza, soñolientos los ojos, princesa fugitiva de un país del amor.