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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Es indudable que el mayor número de desgraciadas criaturas á quienes sus necesidades y talentos, obligan á profesar este empleo, tan honorable en , no escapan sino por la moderación de sus sentimientos, con la ayuda de Dios, ó por la firmeza de sus principios, á las deplorables agitaciones de que no había podido garantirse la señorita Helouin; pero la prueba es temible.

Es de esa raza vigorosa y altiva que han salido tantos valientes, de los vencedores en Tenerife y Barbacoas, en la época de la independencia, y mas tarde tan temibles combatientes en las desgraciadas contiendas civiles del Magdalena.

No puede, es verdad, oponer datos á datos, reflexiones á reflexiones, cálculos á cálculos; pero el discernimiento, el tacto que le caracteriza, desenvueltos por la observacion, y por la experiencia, le estan diciendo con toda certeza, que muchos datos son imaginarios, que el cálculo es inexacto, que no se llevan en cuenta muchas eventualidades desgraciadas, no solo posibles sino muy probables; su ojeada perspicaz ha descubierto indicios de mala fe en algunos que intervienen en el negocio, su memoria bien provista de noticias sobre el comportamiento en otros asuntos anteriores, le guia para apreciar en su justo valor la inteligencia y la probidad, que tanto le ponderaba el proyectista.

La nueva Argo estaba ya cerca del continente que buscaba y todos sus tripulantes doblaron las rodillas y dieron gracias al cielo. Harto sabía Morsamor, desde antes de que abandonase su convento, las tentativas infructuosas y desgraciadas que, para hallar paso por mar del Atlántico al Pacífico, se habían hecho hasta entonces.

Seis u ocho quedaron descalabradas a sablazos y tendidas en medio del arroyo; otras cayeron pateadas por los caballos; las más se replegaron desordenadamente hacia la plaza de Antón Martín. Iban furiosas; no eran mujeres, sino fieras. Hubo momentos en que lo comenzado como asonada de miserables desgraciadas amenazó trocarse en alzamiento social.

Especialmente las mujeres, con la historia eterna de almas heridas por afectos mal retribuidos, ó mal puestos, ó no bien apreciados, ó en consecuencia de pasión errada ó culpable, ó abrumadas bajo el grave peso de un corazón inflexible, que de nadie fué solicitado ni estimado, estas mujeres eran las que especialmente iban á la cabaña de Ester á consultarla, y preguntarle por qué se sentían tan desgraciadas y cuál era el remedio para sus penas.

Luisa se enamoró tambien, y esto era necesario para que se cumpliese la verdad constante de que las jóvenes se enamoran siempre, casi siempre, de lo que ha de hacerlas desgraciadas. Es un arcano incomprensible de la edad, una sombra que lleva consigo la inocencia.

Y las buenas mujeres citaban nombres de solteras ricas y bonitas, más ó menos desgraciadas. Y entretanto ¿si le afusilan á D. Basilio? Julî se tapaba los oidos, miraba á todas partes como buscando una voz que hablase por ella, miraba á su abuelo; pero el abuelo estaba mudo y tenía la vista fija en su pica de cazador. Aquella noche durmió apenas.

Valencia es el país clásico de las mujeres hermosas, tanto que allí es casi difícil encontrar una fea. En las mas espléndidas calles de Paris, Lyon y Marsella, y de Barcelona y Madrid me han mostrado soberbias Valencianas, desgraciadamente...desgraciadas. Pero aquellas mujeres, que fascinan todas con su hermosura, no seducen el corazon jamas, no embelesan el alma.

El nombre de aquéllas, por orden de edades, era el siguiente: Jovita, Micaela, Socorro y Emilita. Eran las cuatro, en apariencia, seres insignificantes, ni hermosas ni feas, ni graciosas ni desgraciadas, ni muy jóvenes ni viejas, ni tristes ni risueñas. Nada había en ellas que fijase la atención. No obstante, en el seno del hogar el carácter de cada cual se pronunciaba y adquiría relieve.

Palabra del Dia

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