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Es inaudito el número de mujeres desgraciadas en ese género de establecimientos de corrupción, y de expertas en la infamia que especulan con la dirección de esas casas, que son la ignominia de las sociedades europeas. Contáronme cosas qué me aterraron, y anécdotas respecto de personas de la alta sociedad que, al ser ciertas, darían una idea muy triste de la moralidad gaditana.

Si no lo podemos remediar, si se nos ha metido dentro un demonio, un demonio grandísimo, Inés, al cual no es posible echar fuera. y tu hermana seréis muy desgraciadas. ; desde que éramos chiquitas, mamá nos asignó a cada una el puesto que habíamos de tener en la sociedad: yo monja, mi hermana nada. A me educaron para el claustro; a mi hermana la criaron para no ser nada.

Tales personas no suelen ser las más desgraciadas; pues si bien la mente lúcida y el espíritu rico en sensibilidad producen muchos goces, también acarrean estas condiciones grandes tormentos y agobiadoras melancolías. La mediocridad goza siempre el género de dicha que impera en el Limbo. No es fácil hacer con discreción el «gancho». En realidad la casamentera, como el poeta, nace, no se hace.

Pongo yo poco empeño en la propagación de esas desgraciadas víctimas del apetito humano. En general, yo prefiero la agricultura, y sólo cuido con esmero a los animales que ayudan al hombre en los rudos y santos trabajos del campo. Así, los bueyes que hay en el pueblo son quizás los más robustos y los mejores del rumbo, porque son también los mejor cuidados.

No se ocupa más que en seducir muchachas. ¡Cuántas familias son hoy desgraciadas á causa de sus hazañas! ¡Oh! los bandidos de esta clase deben ser quitados de entre los hombres. Hablan ustedes de una persona que me ocupa mucho en estos momentos dijo Lázaro. ¿Usted le conoce? ¿Usted sabe cuáles son los hábitos de ese malvado? ¿Pues no lo he de saber? manifestó Pinilla.

Ya que mi primo y esas otras dos, son gente mala. ¡Bastantes disgustos me dan! Pero llevan mis apellidos, y debes hablar de ellos con mayores miramientos por ser de mi casa. Además, ¿qué sabes de lo que les tiene reservada la gracia del Altísimo?... La Magdalena era peor que esas dos desgraciadas, mucho peor, y murió como una santa.

, D.ª Eloisa se apresuró a decir D. Norberto, su esposo quiere referirse a los medios suaves que necesito emplear para convencer a esas desgraciadas. D. Martín, comprendiendo que había ido demasiado lejos, asintió, no sin dirigir un guiño expresivo al capellán. Sentáronse a la mesa. Obdulia hacía esfuerzos atroces por comer, pero su estómago se negaba a recibir alimento alguno.

Ahora, cuando nuestra curiosidad, aguijoneada por una increíble variedad de cuadros que no ha buscado, se decide a buscar algo fuera de la esfera de las ideas positivas, es natural que se interese menos por los hechos que por las pasiones, por las circunstancias materiales de un relato que por el sentimiento indefinido que hará nacer, ver las aventuras verdaderas o falsas de un personaje indiferente que por no qué idealidades, las cuales, sin constituir un carácter particular, corresponden más o menos con las necesidades, los afectos, las ilusiones de la mayoría, en las épocas desgraciadas de la sociedad.

Con arreglo a este principio, Goethe se libertaba de sus pasiones desgraciadas, de los recuerdos que más pesar le traían, de los deseos que más le atormentaban y hasta de sus remordimientos, tomándolos por objeto de su observación, haciéndolos asunto de su imitación, buscando en ellos lo característico, y acudiendo luego con la poderosa fantasía a bordar sobre aquella traza primera un poema, una leyenda o un drama; una obra de poesía, que le dejaba consolado y libre, y que debía ejercer sobre los demás hombres el mismo benéfico influjo que sobre él ejercía.

A Miguel se le ocurrió de pronto que a más de frío tendrían hambre aquellas desgraciadas criaturas, y tomando a cada una de la mano, rompió con ellas, por entre la mucha gente que se había aglomerado, con intención de llevarlas a algún sitio donde reparasen el estómago. Cuando ya se alejaba del grupo, oyó a una joven del pueblo exclamar: ¡Y luego dirán que no hay caridad en Madrid!