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Segundo: una infinidad de canciones a la italiana, a cual más detestables. Tercero: un aire de taco, un gesto de ¿qué se me da a ?, una desenvoltura, un sans-faon, capaz de rallar las tripas a todos los habitantes de Villamar, cuyas desgraciadas orejas y más desgraciadas mandíbulas conservaron largo tiempo deplorables testimonios de aquellas nuevas adquisiciones.

Ni lentitud ni indecisión entran en el carácter de los sabinos, a cuyo temperamento arrebatado, impulsivo, apenas ponen coto la experiencia y la prudencia. ¿Recordáis, maridos despojados, adónde fuimos a parar la mañana memorable que siguió a la terrible noche durante la cual esos bandidos robaron, de una manera abominable, a nuestras desgraciadas mujeres? ¿Recordáis adónde nos llevaron nuestras piernas veloces, devorando el espacio, apartando todos los obstáculos y alborotando toda la región? ¿Recordáis?

Todo había terminado: ni hermosura, ni gloria, ni siquiera salud le guardaba el porvenir. Soy vieja a la edad en que otras mujeres empiezan el verano de su vida. Los años han caído sobre de golpe: llevo el peso de los míos y los de las otras que son felices... Las desgraciadas cargamos con nuestra edad y las edades de las que siendo dichosas prolongan su juventud.

Tratando de justificarse a sus propios ojos, pensaba que, después de la lectura de las memorias de la Condesa y el interrogatorio de Vérod, había visto y firmado la verdad; pero el recuerdo de sus vacilaciones, de sus sospechas, de sus tentativas ambiguas y desgraciadas lo confundía. ¿Cómo no se había mantenido en la opinión de que la acusación era obra enteramente del odio de Vérod?

La casualidad me le hizo conocer en esa época del año que le es gratísima, de la cual hablé frecuentemente, acaso porque ella resume bastante bien toda existencia moderada que se desenvuelve o se acaba en un cuadro natural de serenidad, de silencio y de recuerdos. «Soy un ejemplo me dijo muchas veces de ciertas afinidades desgraciadas que nunca se logra ver conjuradas por completo.

Lo dicho, dicho: soy infinitamente misericordioso contigo, dándote un bien que no mereces, deparándote un marido honrado y que te adora, y todavía refunfuñas y pides más, más, más... Ved aquí por qué se cansa Uno de decir que a todo... No calculan, no se hacen cargo estas desgraciadas.

De la situación de aquellas desgraciadas, muchas de las cuales tenían consigo á sus hijos, de cierta edad y de pecho algunos, da idea un curiosísimo documento inédito hasta ahora, prueba irrecusable de lo que era el tribunal de la fe.

Escuchando á la señorita Guichard, Mauricio pensaba: "¿Será posible que mi tutor se haya mostrado tan duro con esta pobre mujer? ¡Cómo! ¿tiernamente amado, la abandonó? ¡Quién pensara, al verle ahora con su cara rubicunda y sus cabellos blancos, que en otro tiempo había hecho desgraciadas! No era muy seductora su prima Clementina ... pero, después de todo, la palabra es palabra.

Pobres imbéciles condenadas a vender lo inapreciable. ¡Farsantas de la comedia del amor, incapaces de imitar la poesía de la realidad! ¡Ah, Cristeta! , amante toda verdad, sinceridad y entusiasmo, ¿dónde estabas? ¡, la única que en cada beso daba un poco del alma! ¡Sólo poner tu nombre junto con los de aquellas desgraciadas, era ofenderte!

Si me envolvía en mi gabán de pieles me asaltaba de pronto la visión de las desgraciadas señoras, mimadas en otro tiempo por todas las comodidades del confort chino, hoy, rojas de frío, vestidas de andrajos de viejas sedas, caminando con los pies amoratados por un campo de nieve.