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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Pero se necesita cierta superioridad y cierto conocimiento de la naturaleza humana para valerse de estos medios. Habíanse robado algunas prendas de la montura de un soldado, y todas las pesquisas habían sido inútiles para descubrir al raptor. Facundo hace formar la tropa y que desfile por delante de él, que está con los brazos cruzados, la mirada fija, escudriñadora, terrible.
Eran aclamaciones interrumpidas por tiros. Por encima del oleaje de cabezas pasaban en un vaivén tempestuoso los estandartes de la primera procesión. El médico, sin saber cómo, en uno de los empujones de la multitud, se vió en mitad del Arenal, cerca del desfile de devotos.
Watson había entornado los ojos, al mismo tiempo que su frente parecía obscurecerse, pasando por ella la sombra de un desfile de lejanas imágenes. Recordó la tarde en que Elena los había sorprendido cerca del río, á él y á Celinda, mientras ésta le enseñaba á tirar el lazo. Elena, para repeler tal recuerdo, se aproximó más al joven, apoyando sus manos en las solapas de su blusa.
Era un desfile triste, como si acabase de ocurrir uno de esos desastres nacionales que suprimen las diferencias de clases y nivelan a todos los hombres bajo el infortunio general. ¡Qué desgrasia, señó marqué! dijo al de Moraima un rústico mofletudo y rubio llevando el chaquetón sobre un hombro.
Después de todos estos señores negros, de gesto imponente y ojos duros, venía el desfile de pelucas blancas, de rostros aniñados por la rasura, de vistosas casacas de seda y oro adornadas con bandas y condecoraciones.
La humanidad debe temblar por su porvenir si otra vez resuenan bajo esta bóveda las botas germánicas siguiendo una marcha de Wágner ó de cualquier Kapellmaister de regimiento. Se alejaron del Arco, siguiendo la avenida Víctor Hugo. Tchernoff marchaba silencioso, como si le hubiese entristecido la imagen de este desfile hipotético.
Es tan reglamentario el paseo, que todos llegan y se van a la misma hora. Isidora notó la confusión del desfile al galope, tomándose unos a otros la delantera, escurriéndose los más osados entre el tumulto; y oía con delicia el chasquido de látigos, el ¡eh!... de los cocheros, y aquel profundo rumor de tanta y tanta rueda, pautando el suelo húmedo entre los crujidos de la grava.
Miraba ella a todos lados con aire distraído, y evitando poner sus ojos en la mesa cercana. Al terminar el desfile, cuando la alegría general hacía conversar a unos grupos con otros, las obsequiosidades de Munster le hicieron volver el rostro hacia los vecinos. El joyero, con una cortesía melosa, elevaba su copa de champán en honor de la señora.
Un destacamento de la Guardia gubernamental, llegando en auxilio de la policía, libró al gigante del asalto de la muchedumbre. Al fin se encontró el medio de que todos pudieran contemplar al Hombre-Montaña sin que el desfile se cortase y sin que el templo de los rayos negros se viera abandonado por primera vez desde su fundación.
Corrían del interior del buque las camareras con gorrito de blondas y los stewards de corbata blanca para presenciar este desfile, riendo con una buena fe germánica al ver a los señores agarrados del brazo y marchando con las caderas balanceantes. La cabeza de desfile desapareció de pronto, y el ruido de cobres fue debilitándose.
Palabra del Dia
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