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Actualizado: 9 de julio de 2025


Luego, como si este saludo matinal los hubiera saciado por el momento, buscaron la sombra de un toldo, y sentados en dos sillones, contemplaron el Océano en dulce quietismo, mirándose sin palabras. Fernando la examinaba a la luz del sol, gozándose con extraña crueldad en su desencanto, cada vez mayor.

La mamá sufrió un desencanto al ver que Lita no quería jugar más tiempo con Ramón, y trató en vano de distraerla para que no se fatigase demasiado... Al acostarse, Lita hizo que le dejaran junto a la cama su cesta de trabajo. Pues su mamá le había regalado una lindísima, con flores artificiales y moños de cinta punzó.

Capítulo XXXV. Donde se prosigue la noticia que tuvo don Quijote del desencanto de Dulcinea, con otros admirables sucesos

Preguntar quería el general qué azotes eran aquéllos, o qué desencanto de Dulcinea, cuando dijo el marinero: -Señal hace Monjuí de que hay bajel de remos en la costa por la banda del poniente. Esto oído, saltó el general en la crujía, y dijo: ¡Ea hijos, no se nos vaya! Algún bergantín de cosarios de Argel debe de ser éste que la atalaya nos señala.

En la cocina no había sino una criada, que encendió una bujía y le acompañó hasta su habitación, dándole después las buenas noches. Al cerrar Delaberge las ventanas del cuarto, pensó que Rosalinda estaba muy cerca y que al día siguiente, si quería, podría indemnizarse de su desencanto de aquella tarde haciendo una visita a la señora Liénard. Esta idea volvió la serenidad a su espíritu.

Fué asimismo, con la súbita dicha de haberme soñado un instante su marido, el más rápido desencanto de un idilio. Sus ojos volvieron otra vez, pero en ese instante sentí que mi vecino de la izquierda miraba hacia allá, y después de un momento de inmovilidad de ambas partes, se saludaron. Así, pues, yo no tenía el más remoto derecho a considerarme un hombre feliz, y observé a mi compañero.

Don Quijote, que vio la atención con que Sancho miraba lo que pasaba, le dijo: ¡Ah Sancho amigo, y con qué brevedad y cuán a poca costa os podíades vos, si quisiésedes, desnudar de medio cuerpo arriba, y poneros entre estos señores, y acabar con el desencanto de Dulcinea!

Finalmente, con intervención de sus señores, ordenó otra del más gracioso y estraño artificio que puede imaginarse. Preguntó la duquesa a Sancho otro día si había comenzado la tarea de la penitencia que había de hacer por el desencanto de Dulcinea. Dijo que , y que aquella noche se había dado cinco azotes. Preguntóle la duquesa que con qué se los había dado. Respondió que con la mano.

Experimentó una sensación de disgusto ante las hembras serviles y tímidas, acostumbradas al golpe, y que buscaban resarcirse con avidez de las grandes quiebras y desengaños sufridos en su comercio. Lo era imposible celebrar, como sus primos, con grandes carcajadas el desencanto de estas mujeres cuando veían perdidas sus horas, sin conseguir otra cosa que bebida abundante.

Cierto banquero al mandarle el importe de una cuenta que le pareció excesiva le escribió diciéndole, poco más o menos: «le remito a usted lo que me pide y siento no poder seguir llamándome amigo de quien me trata con tan poca consideraciónDije a Pepe que esto me parecía humillante y repuso: «lo que hace falta es que pague.» «Mejor sería repliqué que cobrases algo menos y conservaras la amistad de un hombre que podría regatearte de mal modo lo que te daMe miró de alto a bajo y contestó: «el mejor amigo... un duroSufrí un desencanto y callé por espíritu de sumisión; pero se me hizo dura la conformidad.

Palabra del Dia

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