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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Lo primero que se notaba en él era la gran bufanda que le envolvía el cuello subiendo en sus vueltas hasta más arriba de las orejas, y descendiendo hasta el pecho. Llevaba gorra con galón, y de la bufanda para abajo toda la ropa era de purísimo verano, y además adelgazada por el uso.

Descendiendo sin cesar y creciendo constantemente, el arroyo se vuelve estrepitoso; cerca del nacimiento apenas si su arrullo era perceptible; en ciertos puntos, para oir el susurro de las aguas es preciso prestar mucha atención, escuchando de un modo indefinido el pequeño estremecimiento de la hierba y el choque insensible contra las pequeñas piedras; pero he aquí que el pequeño arroyo habla con voz clara, luego se hace ruidoso, y cuando corre por rápidas pendientes ó se arroja en cascadas, su ruido lo repercuten los ecos del bosque y las concavidades del monte.

Además, don Carlos tuvo que privarse del placer de continuar haciendo suposiciones sobre su futura riqueza al ver á una mestiza de formas exuberantes, carrilluda, con los ojos oblicuos y una gruesa trenza de cabello negro y áspero que se conservaba sobre sus enormes prominencias dorsales para seguir descendiendo. Al entrar en el comedor dejó junto á la puerta un saco lleno de ropa.

Descendiendo por el curso del arroyo, en el que vienen á unirse el ruidoso torrente de la montaña, el arroyuelo nacido en la caverna y el agua apacible del manantial, vemos á derecha é izquierda sucederse los valles, diferentes unos de otros por la naturaleza de sus terrenos, su pendiente, el aspecto que presentan y la vegetación, distinguiéndose además por el caudal de aguas que aportan al cauce general del valle.

Así fué descendiendo á las regiones inferiores, donde las tinieblas eran aún más densas. Braceó desesperadamente al sentir las primeras angustias de la asfixia, dando al mismo tiempo furiosas patadas en el ambiente líquido. Tenía la certeza de que iba á morir ahogado, y esto mismo comunicaba á sus fuerzas un nuevo vigor. ¡No quiero morir, no debo morir! se decía Edwin.

Freya temblaba de emoción, como un espectador entusiasta é impaciente. Algo cayó en el agua, descendiendo poco á poco: un pedazo de sardina muerta, que iba soltando filamentos de carne y escamas amarillas. Una extraña solidaridad parecía existir entre los monstruos. Sólo se agitaba para comer aquel que veía más cerca la presa.

Su linda iglesia parroquial, sus edificios públicos de instruccion, beneficencia, etc., sus vecinas aldeas anexas, sus bellas campiñas que se desarrollan en planos inclinados, trepando hácia las montañas ó descendiendo hácia los valles, y los puntos de vista encantadores que ofrece su término, le dan un interes pintoresco y de color local que aumenta el valor histórico de la ciudad.

Si se continúa caminando hacia el norte, empieza á elevarse cada vez más sobre el horizonte el polo boreal del cielo, mientras que el austral va descendiendo cada vez más por debajo de aquél. Así se acabaría, de ser posible penetrar hasta lo profundo de la zona glacial ártica, por llegar á un punto de la Tierra en que el polo norte del cielo se hallaría en el cenit.

Descendiendo por él, yo comparaba mentalmente esos desiertos, hoy dia tristes y silenciosos, con lo que llegarán á ser cuando una poblacion industriosa venga á animarlos y á sacar un provecho de sus dones, y cuando el comercio con los Europeos, puesto en plena actividad, cubra esas aguas de barcos de vapor destinados á llevarles la abundancia y la vida intelectual.

La grande onda es la cadena de los Alpes que va descendiendo de oriente á poniente, como de sur á norte, en escalones despedazados y rugosos, para descansar en una hoya intermediaria, region de planicies y bajas montañas.

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