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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Pasé la noche en la ventana. Orión descendía hacia el ocaso, y el Carro iba ocultando sus estrellas en las profundidades de luctuosa nube que subía lenta y creciente en los húmedos valles de Pluviosilla. Permanecí largo rato con el rostro entre las manos. El sueño entornaba mis párpados, e iba yo a recogerme, cuando grave y majestuosa sonó la campana mayor del templo parroquial.
La amplia barba de un rojo obscuro descendía hasta el mamotreto que tenía en sus manos, extendiendo el serpenteo de los pelos entre las columnas de cifras escritas a máquina. En una silla inmediata estaban apilados con irregularidad otros legajos, a los que llevaba la mano de vez en cuando para hacer compulsas.
Y yo iba pensando con una tristeza tan pálida como aquel cielo asiático de octubre, en dos lágrimas redonditas que al partir vi brillar en los ojos negros de la generala. La tarde declinaba y el sol descendía bermejo como un escudo de metal candente, cuando llegamos a Tien-Hó. Las negras murallas de la ciudad se alzan al Sur, al pie de un torrente que ruge entre rocas.
Doña Elvira, por su parte, no descendía a hacer confidente de sus pensamientos a la familia de Montenegro, pero se dignaba hablarla con cierta llaneza, lo que producía asombro en sus domésticos de la ciudad. La noble señora sentía ablandarse su orgullo viviendo en el campo.
En la escuela los muchachos le miraban como un ser superior que por bondad descendía a educarse entre ellos. Una plana bien garrapateada; una lección repetida de corrido, bastaban para que el maestro, que era del partido para cobrar el sueldo sin grandes retrasos, dijera con tono profético. Siga usted tan aplicado, señor de Brull. Usted está destinado a grandes cosas.
El palacio del Museo parecía desdoblarse así como iban descendiendo. Además del edificio á flor de tierra, había un segundo edificio costa abajo, que asentaba sus muros de piedra con grandes ventanales sobre las rocas del acantilado. En una revuelta, el príncipe se detuvo para esperar á su compañera. Descendía lentamente, dejando entre los dos una separación de varios peldaños.
Se descendía desde el portal por unos escalones de piedra. Las paredes, encaladas, con caprichosos arabescos verdinosos, de la humedad.
Gracias, señor Durand; lo cierto es que vale más eso, que tener un brazo de menos dijo Grano de Sal envolviendo precipitadamente en estopa lo que le quedaba del dedo . Pero mire añadió , ahí llega un parroquiano, maestro. Era un herido que descendía al sollado; como estaba mal atado, cayó sobre el suelo, quedando muerto.
Servando por su parte, no obstante la bajeza de su orígen, pues descendia de esclavos de la iglesia de Córdoba, habia escalado con sus maldades la dignidad de conde de los cristianos; honra que solo correspondia á los de linage ilustre; y baste saber que era avariento, soberbio, cruel, malvado finalmente en todo, para imaginarse hasta dónde llegaria lo opresivo de su conducta.
Por el lado en que me encontraba yo, descendía la sierra blandamente hasta la base del primer cono, de la cual arrancaba hacia la derecha un cerro de acceso fácil, que resultaría montaña desde el fondo de la barranca en que terminaba bruscamente.
Palabra del Dia
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