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Actualizado: 15 de mayo de 2025
M. Martigny, uno de los pocos franceses que habiendo vivido largo tiempo entre los americanos, sabía comprender sus intereses y los de Francia en América, francés de corazón que deploraba todos los días los extravíos, preocupaciones y errores de esos mismos argentinos a quienes quería salvar, decía de los antiguos unitarios: «son los emigrados franceses de 1789; no han olvidado nada ni aprendido nada». Y efectivamente: vencidos en 1829 por la montonera, creían que todavía la montonera era un elemento de guerra, y no querían formar ejército de línea; dominados entonces por las campañas pastoras, creían ahora inútil apoderarse de Buenos Aires; con preocupaciones invencibles contra los gauchos, los miraban aún como sus enemigos naturales, parodiando, sin embargo, su táctica guerrera, sus hordas de caballería y hasta su traje en los ejércitos.
Sí, lo reconocía; el exterior de «un cualquiera» la había inducido a ignorar el alma de aquel ser superior. ¡Cuánto deploraba en ese momento su snobismo que tantas veces había contribuido a que prestase atención a los jóvenes según el mérito de apariencias superficiales y fútiles!
Veremos la nieve cuajarse en las calles de arena y formar alfombra. ¡Qué placer hundir los pies en ella!... ¡Y los árboles! ¿cómo estarán los árboles? ¡Qué lindos!... A mí me encanta la nieve... ¿Te atreves a ir?... ¿A que no? Claro que Miguel no se atrevía y que deploraba en el alma aquel raro capricho; pero se avergonzaba de confesarlo.
Cuál sería la base de todas mis meditaciones, se adivina fácilmente; qué remedio fué el primero que se me ocurriera para evitar males tan considerables como el que deploraba entonces, no debo decirlo aquí por dos razones: la primera, porque, en mi buen deseo, puedo equivocarme; y la segunda, porque, aunque acierte, no se ha de hacer caso alguno de mi teoría en las altas regiones donde se elabora la felicidad de los nietos del Cid.
Deploraba amargamente el haber venido. Las esperanzas que Isabel me había dado parecíanme ahora infundadas, ridículas, engendradas sólo por su deseo frívolo de agradar a todo el mundo. Presa de una angustia indecible, sofocado también por aquel ambiente abrasador, al cual no estaba acostumbrado como los demás, me sentía desfallecer.
Cleveland en el mayor apuro, ya que él no tiene fuerza para castigar á los senadores que se han insolentado contra nosotros ni para moverlos á que se retracten y canten la palinodia. Lo más que el Presidente podría hacer, sacrificando acaso un poco de su popularidad é indisponiéndose con los senadores para estar fino y amable con nosotros, sería decir que deploraba que nos hubiesen injuriado.
Esto tenía inquieta á la esposa de Pepe de Chiclana, porque conocía las pésimas condiciones del sujeto. Deploraba lo que podía suceder, no sólo ya por Soledad, sino también por María-Manuela, á quien igualmente estimaba.
Tras éstas y otras análogas materias, vinimos al caso concreto de mi llegada a la Montaña y sus motivos. ¡Ah, qué atinado, qué elocuente y qué «hondo» estuvo en este particular aquel caballero! ¡Qué bien conocía a mi tío, qué magistralmente me le pintaba, y cuán sinceramente deploraba su estado de salud después de haber oído de boca de Neluco su irrevocable sentencia de muerte!
La viva disputa de D. Félix con Antero había producido cierto malestar. Se deploraba en voz baja que aquél tuviese un carácter tan violento. Al cabo renació la calma, terminaron los comentarios, y la alegría y la franqueza volvieron á reinar sobre los convidados.
Elena suplicaba a su aya le perdonara lo que ella llamaba su culpable olvido de sí misma, y deploraba de antemano la pérdida de su generosa protectora; Marta, aunque medio muerta de inquietud, ocultaba su emoción para calmar la desesperación de su hija; y darle el valor necesario para soportar el cruel castigo que sin duda la esperaba.
Palabra del Dia
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