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Actualizado: 5 de noviembre de 2025


Y mientras más notaban ambos que el amor que tenían a Salomón y a Guadé era su encanto y su delicia, más culpados y viles se juzgaban y más ganas tenían de morirse, porque el sonrojo y la humillación destrozaban sus pechos, no bien dejaban de embargarlos y cautivarlos el frenesí y el vivo deleite que nacen de los coloquios y caricias en el amor bien correspondido.

Y Emma gustaba con delicia, casi material, casi del paladar, como la de una lectura picante, figurándose al buen señor, con sus cincuenta y pico, enamorado como un cadete y picado de veras y en lo vivo por el demonio del amor.

Sus músculos eran de acero, y su sangre fogosa se avenía mal con la quietud. Como pudiera, más se cuidaba de prolongar los trabajos que de abreviarlos. Planchar y lavar le agradaba en extremo, y entregábase a estas faenas con delicia y ardor, desarrollando sin cansarse la fuerza de sus puños.

El dia declinaba y era preciso volver á Interlaken: montamos otra vez en nuestro cochecito y emprendímos la bajada, dando un saludo de admiracion al espectáculo prodigiosamente bello y variado que con tanta delicia habíamos contemplado. El lago de Brienz. Giessbach. Brienz. El valle de Meyringen. El cuello de Brünig. Los valles de Sarnen. Un paisaje de parroquia.

Ella le había pedido, con cálidas frases de terneza, un viaje a su país, de donde seguramente la trajo otra aventura amorosa. ¿No valían sus caprichos la pena de «botar la plata»?... Fué el viaje una pura gorja en que a cada momento tuvo la bella indiana descubiertas por tentadora sonrisa las perlas nitescentes de su boca. Era una delicia vivir y gozar tanto, ¿«no»?...

Las puertas vomitaron negras oleadas de gente que, al desparramarse por las aceras, respiraba con delicia el aire puro de la noche, y en pocos momentos la ancha nave quedó vacía. Algunos exaltados elogiaban el sermón. Es un padre nuevo. No le conocía. Ni yo: ¡qué valiente ha estado! Es de los finos. ¡Ojalá hubiera muchos así en los pueblos!

El lago estaba en aquellos momentos absolutamente desierto, y nosotros, á pesar de los aires nacionales que silbaba de tiempo en tiempo el humilde batelero, íbamos completamente entregados á la suprema delicia de la contemplacion de la naturaleza, á cuyo poema se mezclaban los silenciosos himnos del amor y los recuerdos de la patria, esa dulce querida que no tiene sexo para sus adoradores.

De innumerables dramas que se presentaron á esta competencia, oimos todavía algunos con gran deleite sobre nuestra escena; pero los de Calderón y Moreto, que ganaron entonces la primera reputación, son hoy, á pesar de sus defectos, nuestra delicia, y probablemente lo serán mientras no desdeñemos la voz halagüeña de las musas

LEONOR. ¿Me compadeces?... MANRIQUE. Ese llanto, Leonor, no me lo ocultes; deja que ansioso en mi delirio goce un momento de amor; injusto he sido, injusto para ti... vuelve tus ojos, y mírame risueño y sin enojos. ¿Es verdad que en el mundo no hay delicia para ti sin mi amor? LEONOR. ¿Lo dudas?... MANRIQUE. Vamos... pronto huyamos de aquí.

¡Pues ya lo creo! dijo con el entusiasmo de un poeta el padre Ambrosio; mi vida era triste, llena de sufrimientos, llena de recuerdos, combatida por pasiones que había exacerbado la desgracia, y... si hace diez años, no hubiera encontrado a mi paso a esa niña que se arrastraba sobre sus manecitas en los corredores de la casa de vecindad donde me había llevado a vivir mi pobreza... Yo lo había perdido todo; parientes, amigos, afectos, hasta la paz de mi celda, de la cual me arrojaron las necesidades de la nación... la planta marchita y enferma que vegeta sobre un terreno ingrato, siente con delicia, y parece reanimarse al soplo de las auras de la mañana.

Palabra del Dia

vengado

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