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Actualizado: 6 de julio de 2025


No, á condición de no dejarme ver. Si mis enemigos sospechasen mi presencia podrían denunciarme. Pero esta situación no se prolongará. Dentro de unos días no tendremos que tomar precauciones para vernos. ¡Qué delgado estás y qué pálido! Pues he mejorado mucho desde hace dos meses... Ahora tengo pelo y bigote al menos... Si me hubierais visto cuando me escapé, os hubiera dado lástima...

Como la historia de Isaacs, ésta también según nos dice el autor en el prólogo fué «más vivida que imaginada». Alterando apenas ciertas fechas y ciertos nombres, nos relata una aventura propia. ¿Pueden acaso, las ajenas, contarse bien? Delgado no lo cree.

Diciendo esto se sentó en la silla, y quitándose el sombrero lo puso sobre la cama. Fortunata le encontró más delgado; la calva parecía mayor, y sus miradas tenían cierto reposo que la tranquilizó.

Despues de mediar un entreacto de orquesta, asoma el tenor. Este tenor es un hombre muy alto, delgado, inmóvil, con un gran bigote tan inmoble como sus piernas. Cantó con voz llena y poderosa; pero en aquel sonido no habia más que voz. Sigue al tenor la dama de carácter ligero, calificacion que la viene de molde, atendido el contínuo movimiento de sus piés.

Entre las palmas de coco que crecían en la isla, bandadas de papagayos verdes y rojos, de loros de plumas amarillentas y cuellos negros y de pequeños pardalotes grises y dorados revoloteaban, cantando alegremente, como saludando al sol, mientras algunos bernicla jubata, feos volátiles de cuello largo y delgado, plumaje blanco y negro y patas palmípedas, buscaban cangrejos y pececillos.

Y el otro, el de más allá, aquel señor moreno, delgado, de mirada viva y pálida sonrisa, es el célebre autor de la cuestion de los pesos mejicanos que tanto disgusto dió á un protegido del chino Quiroga; ¡aquel empleado tiene en Manila fama de listo!

Los salvajes le acogieron con exclamaciones de afecto y burla. ¡Bravo, bravo! Aquí está el reo en capilla. Mirad qué cara trae. ¡Como que está al borde de la tumba! El recién llegado sonrió vagamente y tendió una mirada escrutadora por el salón. Alvaro Luna, conde de Soto, era hombre de treinta y ocho a cuarenta años, delgado, de mediana estatura, ojos vivos y duros y rostro bilioso.

Uno tras otro, no obstante, y sin saber por qué, aquellos puntos luminosos se fueron apagando, se fueron borrando y perdiendo en los abismos profundos y negros de una idea. Su imaginación empezó a dar vueltas como un pájaro aturdido dentro de esta idea triste y desesperada, donde no penetraba el más delgado rayo de luz. ¿Para qué estaba ella en el mundo?

RESUMEN del libro cuarto. Varia suerte de los judíos en Portugal. Comienzan allí á ser oprimidos. Los cristianos nuevos de Portugal alcanzan perdon del crímen de heregia i apostasía. Poetas judíos. Antonio Henriquez Gomez. Juan Pinto Delgado. Diego Beltran Hidalgo. Miguel de Barrios. Miguel Silveira. Daniel Lopez Laguna. Otros escritores judios.

Miren ustedes, ¡aquí está el P. Camorra! dijo Ben Zayb á quien le duraba todavía el efecto del champagne. Y señalaba el retrato de un fraile delgado, con aire meditabundo, sentado junto á una mesa, la cabeza apoyada sobre la palma de la mano y escribiendo al parecer un sermon. Una lámpara había para iluminarle. Lo contrario del parecido hizo reir á muchos.

Palabra del Dia

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