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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Sentado Fray Miguel y en silencio, el Padre Ambrosio habló de esta suerte: Hermano, mi vista, que penetra y escudriña los corazones, ha penetrado en el tuyo y ha visto que está lleno de ambición, de codicia, de sed de deleites, honores y poder, y de desesperación, porque en tu mocedad no pudiste alcanzarlos, y hoy, abrumado por la vejez, no te queda ni la más leve esperanza.

Los hombres de guerra y de aventuras en todos tiempos, y más aún en el siglo XVI, no han pecado por lo cariñosos y suaves; y en dicha época había dos corrientes de sentimientos y de ideas que endurecían más sus entrañas: el fanatismo religioso de la Edad Media persistente aún, y el renacimiento pagano, que, al traernos las elegancias y los primores, las artes y las letras de la clásica antigüedad, nos trajo también no poco de su corrupción, de sus vicios, de sus pasiones sensuales y de su sed de deleites y bienes de fortuna.

No quiero yo que en el espíritu peque contra la carne; pero no quiero tampoco que la hermosura de la materia, que sus deleites, aun los más delicados, sutiles y aéreos, aun los que más bien por el espíritu que por el cuerpo se perciben, como el silbo delgado del aire fresco, cargado de aromas campesinos, como el canto de las aves, como el majestuoso y reposado silencio de las horas nocturnas, en estos jardines y huertas, me distraigan de la contemplación de la superior hermosura, y entibien ni por un momento mi amor hacia quien ha creado esta armoniosa fábrica del mundo.

No eres ensueño, realidad eres; No finge el alma hechizos tales, Aunque más bella que las mujeres Suya te llamen los inmortales. En la luz pura de tu mirada Amor enciende sus dardos de oro, y son tus labios urna sellada De sus deleites fuente y tesoro. Ora residas lejos del suelo Ora aparezcas en otra edad, Por los tres mundos en raudo vuelo Irá buscándote mi voluntad.

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y tenéis envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3 Pedís, y no recibís; porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 4 Adúlteros, y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?

También para este oficio te elegí en seguida, e impaciente y deseosa de que le ejercieras, empecé aquella misma noche a escribir estas confidencias que pronto leerás. Al mismo tiempo, brotó en mi mente otra aspiración, otro propósito, apenas hasta entonces concebido por , que mucho me turbaba y me inquietaba. No aspiré ya al logro de fugaces deleites.

La pasionaría perdería su valor simbólico; y hasta el amor al novio o al marido o al amante, que ella combina siempre con el presentimiento de deleites inmortales, y que idealiza, hermosea y ensalza con mil vagos arreboles de misticismo, se convertiría en cualquiera cosa, bastante menos poética. Tal es, en general, la mujer de la provincia de Córdoba.

Lucía en sus adentros compadecía a su amiga por estar tan ignorante de los inefables deleites de la poesía y del amor, y en este mutuo aprecio y desprecio vivían ambos genios acordados y tranquilos. Lucía notó en seguida la antipatía de su amiga por el hijastro, y trató de vencerla suavemente; pues no hallaba fundamento para ello.

Cuando no escribía cartas, Fernando, comúnmente aburrido de su ordinaria tertulia, pasaba largas horas en el cuarto de las niñas. Era la primera vez en su vida que probaba los deleites puros de la familia.

Apunto este pormenor para dar a entender que quienes se alojaban en las colonias gozaban consiguientemente de mayor libertad, especialmente de noche, que los de la metrópoli. En las horas nocturnas, tales calles y callejuelas eran por aquellos tiempos lonja de contratación pública de mercenarios deleites y lugar asiduo de feas prostitutas y chulos marchosos.

Palabra del Dia

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