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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Ella recibió el golpe encogiéndose, retrocediendo, oscilando, dejándose caer en una silla, sin voz, sin pulso, sin alientos, sin lágrimas, meneando la cabeza y agitando los labios como una idiota, llevándose ambas manos al corazón, donde sentía algo que se le moría de pronto, cierta cosa helada y terrible como debe de ser la muerte...
Los jóvenes irlandeses, después de una breve oración, se habían marchado ya del templo al Seminario, dejándose los devocionarios en los bancos del presbiterio. Todo ello se atribuye á Berruguete; lo cual no ha sido obstáculo para que lo pinten de nuevo en nuestros días..... ¡Dudo que haya valor semejante al de un restaurador de objetos artísticos!
Antes que se hubiesen reposado convenientemente fueron invitados a comer y los jóvenes aceptaron no como señores de la casa, sino como huéspedes, dejándose dirigir por los criados. La comida fue alegrísima. Tristán esperaba que el criado volviese la espalda llevándose los platos para robar algunos besos a su mujercita.
¡Ah! bueno repuso el squire, dejándose caer pesadamente en su sillón y hablando con una voz pesada y catarrienta, lo que era considerado en Raveloe como una especie de privilegio de su rango, mientras cortaba un trozo del buey y se lo daba al perro corredor que había entrado con él . Llamad para que me traigan mi cerveza, ¿queréis?
Sin duda el P. Atanasio, que era su director espiritual, y, según hemos dicho, grave y severísimo, la amonestó o la reprendió, ora por el peligro a que se exponía o por la ocasión que daba a que la censurasen, si no había pecado, ora por el pecado mismo si, dejándose ella caer en la tentación, había cometido alguno.
Y todavía quiso añadir más cuidados a los de Santiago: mandó traer un calorífero y ella misma se lo puso debajo de los pies; después le envolvió las piernas en una manta y le puso en la cabeza una gorra de terciopelo. Los niños revoloteaban en torno de la butaca, acariciándole y dejándose acariciar de su tío.
Su gran torso de atleta, se movía convulsivamente sobre el lecho, incorporándose unas veces, otras dejándose caer, mientras las manos temblorosas y crispadas se ocupaban instintivamente en tirar de la ropa, que a impulso de sus bruscas sacudidas se le marchaba.
Aquello era toda su fortuna, el nido que cobijaba a lo más amado: su mujer, los tres chiquillos, el par de viejos rocines, fieles compañeros en la diaria batalla por el pan, y la vaca blanca y sonrosada que iba todas las mañanas por las calles de la ciudad despertando a la gente con su triste cencerreo y dejándose sacar unos seis reales de sus ubres siempre hinchadas.
Hombres hay que aporrean un alma con sólo mirarlos, y otros que se meten en ella, dejándose querer, sin ser en las manos del uno ni en el poder del otro el odio ni el amor; pero éste parecía todo de plomo, mazo sordo.
No quisiera incurrir en murmuración ni ser maldiciente, aunque sea con todo sigilo y de mí para Vd.; pero a menudo me doy a pensar que tal vez sería más difícil empresa el moralizar y evangelizar un poco a estas gentes, y más lógica y meritoria, que el irse a la India, a la Persia o la China, dejándose atrás a tanto compatriota, si no perdido, algo pervertido. ¡Quién sabe!
Palabra del Dia
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