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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Vamos a donde quieras, hombre. ¡Si parece que estás loco!». Bajaron a la Ronda, y el marroquí, conocedor de aquel terreno, guió hacia la fábrica del gas, dejándose llevar por su amiga cogido del brazo. Por angostas veredas pasaron al paseo de las Acacias, sin que la buena mujer pudiera obtener explicaciones claras de los motivos de aquella extraña desazón.
Las seis de la tarde serían cuando Rubín volvió a su casa. Estaba lívido, y de lívido pasó a verde, cuanto Patricia le dijo que la señorita había salido a compras. Dejándose llevar de su insensato recelo, interrogó a la criada, tratando de averiguar por ella. Pero a buena parte iba.
A veces, dejándose llevar de su apasionado afán, salía del Camón y daba dos o tres vueltas por la casa con todos aquellos arreos sobre su cuerpo. Para esto esperaba a que la criada y los niños estuviesen fuera y D. Francisco encerrado en Gasparini con Paquito. Más de una vez se mostró engalanada a la admiración de Cándida, solicitando del criterio de esta una aprobación o censura juiciosas.
Gastaba la barba cerrada, pero en aquel momento la estaba modificando, dejándose unas patillas de picador muy cucas.
Este asiento para ti, Ricardo, y éste para ti, Lorenzo; así van a ir más cómodos. ¿Y tú? Yo... ¡aquí! dijo Melchor dejándose caer en el asiento, con estrepitosa satisfacción. ¿No te molesta ir dando la espalda a la máquina? No; y así les veo a ustedes las caras y aprecio la impresión que el viaje les hará.
¡Cómo! ese horrible destino.... Es mil veces menos horrible que pasar un día sin verte, sin decirte: Yo te adoro... murmuró con los dientes apretados, y dejándose resbalar, estremecida, a sus pies. ¿Lo quieres tú? adiós, pues contestó ella con un profundo suspiro.
Lita recostó su cabeza febril en el pecho de su mamá, y dejándose cantar lindas canciones en voz baja, quedose más profunda y tranquilamente dormida que si le hubieran propinado todo el frasco del remedio recetado por el médico de los anteojos de oro y del reloj que hacía tic-tac hasta en el bolsillo. ¡Siete días, sólo siete días bastaron a Lita para concluir su colcha blanca!
Nada de eso, Sr. don Acisclo dijo Pepe Güeto, dejándose arrebatar del entusiasmo . Es menester sacudir el yugo. ¡Muera D. Paco el tirano! gritó doña Manolita riendo. Ya se entiende que la muerte ha de ser meramente política y no civil ni natural interpuso doña Luz. ¿Y cómo se va V. a componer para matarle políticamente? preguntó Pepe Güeto.
Los toros pacían por allí de una manera perfectamente bucólica, dejándose acariciar de los vaqueros y de los visitantes. ¿Y éstas son las fieras? dije yo. ¡Hombre! me contestaron . ¿Qué quiere usted que hagan aquí? Ya las verá usted en la plaza...
Y yo le daré otro si viene acá gritó el enfermo queriendo echarse fuera de la cama. Sí, vengan todos los cariños que queráis dijo el tacaño, dejándose abrazar por ambos.
Palabra del Dia
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