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Actualizado: 5 de octubre de 2025
No teniendo ocasión de hacerlo, el párroco aliviaba su corazón administrando un par de ellas en el trasero a cualquier monaguillo que tropezaba en su camino. Y las voces argentinas del coro salían a intervalos por las ventanas de la casa, despertando en la multitud un entusiasmo sin límites, que estallaba en aplausos y en hurras.
Ademas, en agosto de 1859 estaba muy reciente la guerra de Italia, y esta habia suscitado profundas desconfianzas en Alemania, despertando recuerdos que irritaban el sentimiento nacional.
Agotados los recuerdos de la relatora, la señorita Margarita la abrazó, y despertando á Mervyn, que dormía á sus pies, anunció que se volvía al castillo. No tuve escrúpulo alguno en partir al mismo tiempo que ella, convencido de que no podía causarle molestia. Porque en efecto, aparte de la extrema insignificancia de mi persona y de mi compañía, á los ojos de la rica heredera, el tête-
Su amor, o más bien el fantasma, la apariencia de amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso, que se deslizaba hasta el seno de los más empedernidos, despertando a veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se desvanecía como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y tenía la fuerza de un gigante para destrozar corazones.
Watson, por su parte, consideraba á esta mujer más hermosa y apetecible después que dos hombres habían intentado matarse á causa de ella. Una sensación de orgullo varonil, de vanidad sexual, se mezclaba con las emociones que iban despertando en su interior las palabras de la Torrebianca y el contacto de su cuerpo.
Una tarde iba yo con el prínsipe de Golitchof an una briska, un carruajito, ¿sabe? y ancontramos unos carros que impedían el paso; los carreteros astaban dormidos allí serca. El prínsipe saltó del coche, y a latigaso limpio los fue despertando. ¿Busté cree que sa quejaron siquiera? Nada, sa fueron a los carros y los apartaron sin desir palabra.
La carne, insensible pocas horas antes, estremecíase ahora al más leve contacto, con la espeluznante vibración del dolor, despertando un deseo irresistible de quejarse.
Su hazaña de la taberna había modificado su carácter, antes pacífico y sufrido, despertando en su interior una brutalidad agresora. Quería demostrar á toda aquella gente que no la temía, y así como le había abierto la cabeza á Pimentó, era capaz de andar á tiros con toda la huerta.
Todo el decorado de la alcoba nupcial desapareció en un remolino, y la figura de Laura fue sustituida por Raquel, que era quien la abrazaba y procuraba calmarla. Entonces, despertando del todo, se le representó la escena de su casamiento civil con Muñoz. ¿Me casé ya? preguntó, con la instintiva esperanza de que no se hubiese realizado todavía la ceremonia.
Se estremeció, tuvo un terror vago; acudió de repente a su memoria aquella tarde de la lectura de San Agustín en la glorieta de su huerto, en Loreto, cuando era niña, y creyó oír voces sobrenaturales que estallaban en su cerebro; ahora no tenía la cándida fe de entonces. «Era una casualidad, pura casualidad la presencia de aquel libro místico coincidiendo con los pensamientos de abandono que la entristecían, y despertando ideas de piedad, con fuerte impulso, con calor del alma, serias, profundas, no impuestas, sino como reveladas y acogidas al punto con abrazos del deseo.... Pero no importaba, fuera o no aviso del cielo, ella tomaba la lección, aprovechaba la coincidencia, entendía el sentido profundo del azar. ¿No se quejaba de que estaba sola, no había caído como desvanecida por la idea del abandono?... Pues allí estaban aquellas letras doradas: Obras de Santa Teresa.
Palabra del Dia
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