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Hizo llamar a Costanza, y tomándola de la mano, se la presentó a su padre, diciendo: Recebid, señor don Diego, esta prenda, y estimalda por la más rica que acertáredes a desear. Y vos, hermosa doncella, besad la mano a vuestro padre, y dad gracias a Dios, que con tan honrado suceso ha enmendado, subido y mejorado la bajeza de vuestro estado.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el Evangelio: 23 y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en .

Y es así que quando hay tramoyas tales, Nuestras caxas engordan y bureo, Y sin guerra vivimos con reales. Y esta niña, á mi ver, tiene deseo, Más que nosotros, de acertar, y es llano Que acertará con voz, pies y meneo. De todo nos da indicio soberano El examen presente; y así, amigos, Desde luego le dad ripio á la mano.

Si don Francisco de Quevedo no pudiera acompañaros como se lo he rogado, llamad al postigo, dad por seña: el capitán Juan Montiño, y el postigo se abrirá y una doncella mía os traerá á mi aposento; romped ó quemad esta carta y venid, venid que os espero ansiosa. Doña Clara Soldevilla

7 Dad al SE

Dad a Dios lo que es de Dios, y a la botica lo que a la botica pertenece, y no mezcléis berzas con capachos, o sea santidades con vomitivos. Más, mucho más hubiera dicho el discreto clérigo, si en lo mejor de su perorata no entrase Tablas, sorprendiendo a todos con los buenos días que dio desde la puerta.

Eso quiere decir que vuestra majestad le cree digno del hábito por sus hechos, como el gran don Felipe II le creyó digno de él por ser hijo de quien era. Pero esto no estorba para que le prendamos. No; pero vuestra majestad no le debe prender. Dad, dad acá esa cédula dijo el rey. Lerma sacó un papel arrollado y le extendió delante del rey. Ahora dijo Felipe III necesito firmar otros dos papeles.

Soy tardo en recoger las provocaciones, pero una vez resuelto á obtener reparación la exijo mientras me quedan fuerzas y alientos. Ma foi, pues bien pocos os quedan ya, exclamó Germán bruscamente. Estáis blanco como la cera. Seguid mi consejo y dad por terminada la cuestión, que no os podéis quejar del resultado. No, insistió Roger.

19 Fuera, como la arena, tu simiente; y los renuevos de tus entrañas como las pedrezuelas de ella; nunca su nombre fuera cortado, ni raído de mi presencia. 20 Salid de Babilonia, huid de entre los caldeos. Dad nuevas de esto con voz de alegría; publicadlo, llevadlo hasta lo postrero de la tierra. Decid: Redimió el SE

Quiero arrojarme á lo que en otros tienen hecho tanto hábito que en ocho dias y en menos despachan la farsa mas dificil. »DOCTOR. Sea en buena hora: dad efecto á vuestra voluntad, que desde hoy no hallará contradiccion en la mia. Pesame de averos tan importunamente persuadido lo que os estava bien. Podra ser suspireis algun dia por la falta de recuerdos.