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Actualizado: 15 de junio de 2025
Nunca había puesto los pies allí doña Paula, pero su espíritu parecía presidir el mercado singular de la curia eclesiástica. Ella era el general invisible que dirigía aquellas cotidianas batallas; el Magistral era su instrumento inteligente.
La curia tomó sus medidas; y he aquí el arbitrio de que echó mano. Un día en que el rey se paseaba a caballo cerca del susodicho muelle, vio venir un batel, que se detuvo a una respetuosa distancia de su persona. En este batel se hallaba una especie de cuervo o pajarraco negro de mal agüero.
Así que su angel bueno le sugería negase cualquier cosa con toda la energía de su alma y la rebeldía de sus cabellos, y estaba ya para soltar un soberbio ¡nego! y porque quien niega todo no se compromete á nada, le había dicho cierto oficial de un juzgado; mas, la mala costumbre de no escuchar la voz de la propia conciencia, de tener poca fé en la gente de curia y buscar ausilio en los otros cuando se basta uno solo, le perdieron.
Entre el ábside donde residia el tribunal, y las naves, ocupadas por el pueblo que acudia á sus diferentes negocios, habia en las basílicas romanas un espacio privilegiado, separado del cuerpo de las naves por una balaustrada ó cancel, y reservado á los abogados y gente de la curia: este espacio, al convertirse la basílica en iglesia, se destinó á los cantores, y tomó el nombre de coro.
Del ruidoso pleito entre D. Pedro Solier y D. Alonso de Aguilar no hallamos rastro despues del año 75, en el cual consta que tuvo que intervenir el fiscal de la curia romana por S. S., habiéndose dado poder á varios procuradores para que compareciesen ante el Illmo. Sr. D. Rodrigo, obispo de Albano, cardenal y vice-cancelario, juez especialmente nombrado por el Papa en dicho pleito.
Y así Juan Jerez, a quien la Naturaleza había puesto aquella coraza de luz con que reviste a los amigos de los hombres, vino, por esas preocupaciones legendarias que desfloran y tuercen la vida de las generaciones nuevas en nuestros países, a pasar, entre lances de curia que a veces le hacían sentir ansias y vuelcos, los años más hermosos de una juventud sazonada e impaciente, que veía en las desigualdades de la fortuna, en la miseria de los infelices, en los esfuerzos estériles de una minoría viciada por crear pueblos sanos y fecundos, de soledades tan ricas como desiertas, de poblaciones cuantiosas de indios míseros, objeto más digno que las controversias forenses del esfuerzo y calor de un corazón noble y viril.
Si se hablaba tanto de los abusos de la curia eclesiástica, de la Cruz Roja y de don Santos, era porque el otro negocio, el más escandaloso, el de las faldas traía consigo los demás». Esto pensaba ella. «Lo otro es antiguo; ya nadie hacía caso de esas hablillas por viejas, por gastadas, pero con el escándalo nuevo, con lo de esa mala pécora, hipócrita y astuta, todo se renueva, todo toma importancia, y muchos pocos hacen un mucho.
Martín Seguí, Notario, Escribano Mayor de la Curia Civil y del Juzgado de bienes confiscados.
Llevóle el procurador una Gaceta, al cual periódico estaba suscrito en unión de otros compañeros de la curia, aconsejándole que desde aquel día la leyese siempre, cuidando él de proporcionársela, pues le convenía estar al tanto de los decretos del Gobierno por si se hallaba con alguno á que se pudiese agarrar para su pleito; no porque dudase de la inteligencia y celo de su abogado, sino porque éste había citado, más de una vez, disposiciones derogadas medio siglo hacía, y pasado en silencio otras más recientes que favorecían la causa del mayorazgo.
Usted es una persona decente que ha venido á menos, y tiene todo el aquél de mujer fina, como hija neta de marqueses.... Bien lo sé... y que le quitaron la posición que le corresponde esos pillos de la curia.... ¡Ay, Jesús! exclamó Isidora, exhalando en un suspiro todas las remembranzas tristes y alegres de su novelesco pasado. No hablemos de eso.... Pongámonos en la realidad.
Palabra del Dia
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