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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En lo que nadie discrepa, es en lo que se refiere a la autenticidad, en la segura convicción de que esta soberbia pintura es de mano de Velázquez. Se ignora si estuvo en el Alcázar caso de no ser la misma Psiquis y Cupido.
Pero en la guerra se vive como se puede y aquí estamos sitiados. Rafael admiraba los hoyuelos que una risa graciosa trazaba en aquellas mejillas; la luminosa dentadura, que parecía temblar en su estuche de rosa. A ver, Cupido; fuera pronto ese traje; no quiero que por mí pille usted una pulmonía que prive a la ciudad de su principal regocijo.
¡Ella!... ¿ella te ha hablado de mí? Algo sin importancia. Me dijo que te había visto en la ermita una tarde. Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, había añadido que le parecía «un muchacho tonto».
Su sierva, Felicita Quemada.» ¡Qué tía chiflada! exclamó la duquesa .Ese Cupido es el gran enredador. Si yo pudiese, hacía con él lo que se hace con los gatos y con los bueyes.... Y soltó un ajo enérgico.
Comenzaba la danza Cupido, y, habiendo hecho dos mudanzas, alzaba los ojos y flechaba el arco contra una doncella que se ponía entre las almenas del castillo, a la cual desta suerte dijo: -Yo soy el dios poderoso en el aire y en la tierra y en el ancho mar undoso, y en cuanto el abismo encierra en su báratro espantoso.
La primera figura que se ofreció á los ojos de Don Quijote, fué la de la misma muerte con rostro humano; junto á ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona, al parecer de oro, en la cabeza; á los pies de la muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas; venía también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión ni celada, sino un sombrero de plumas de diversos colores: con éstas venían otras personas de diferentes trajes y rostros.
En el auto Psiquis y Cupido, es Psiquis el Alma humana, la Hija del cielo y el Amor es Cristo. El Mundo, el Deleite y Lucifer son galanes, que pretenden la mano de Psiquis, y se ven rechazados de ella, porque en sueños ha visto al Amor, á quien sólo desea pertenecer.
En vano Cupido pretendía distraerla haciendo chistes sobre la inundación. Mira, tía, este caballero es el hijo de tu amiga doña Bernarda. Ha venido embarcado para prestarnos auxilio. Es muy bueno, ¿verdad? La vieja parecía imbécil por el terror. Miraba con ojos sin expresión a los recién llegados, como si hubieran estado allí toda su vida. Por fin pareció enterarse de lo que le decían.
Y el amor tiene mayores garantías de éxito cuando emplea los cien ojos de Argos que cuando elige cubierto con la venda de Cupido. El amigo Cupido y su venda constituyen un símbolo que no resiste el menor análisis. Los símbolos de los griegos, siempre graciosos, no siempre son razonables. Bella es en el cielo la hora del alba. Bellísima es en el alma la aurora del amor.
Tal vez se podría decir también al pintor que está haciendo el cielo raso que lo adorne con unos cuantos amorcillos. ¡Ay, ay, ay, señores!... yo no me sentía a gusto... ¡Yo y Cupido!... En cuanto a la cama prosigue ella, implacable, no habría tiempo de terminarla... ¡Cómo! replico; ¡seis semanas para hacer una cama!... ¡Pero Jorge!... Los dibujos, los planos solamente requieren un mes.
Palabra del Dia
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