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El marsellés, industrioso y vivo, siempre atareado, en constante movimiento, recorría la isla desde la mañana a la noche, cultivando, pescando, recogiendo huevos de aves marinas, ocultándose entre los matorrales para ordeñar una cabra al paso, y siempre dispuesto a hacer un alioli o a guisar alguna sopa de peces.

Se lo había vendido a Pep, cuyos padres y abuelos venían cultivando la finca.

Sin embargo, hacía todo con benevolencia, pues el mundo, para ella, se componía casi únicamente de personas inferiores. Viuda de Patrick Martholl, consejero de Estado del segundo Imperio, había educado a su hijo de una manera singular, cultivando su egoísmo natural.

Primero como ayo instructor del arte militar de una persona real; miembro después de algunas comisiones científicas, y empleado últimamente en el ministerio de la Guerra, cultivando la amistad de todos los personajes políticos; diputado varias veces; senador por fin y ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, no había estado en el campo de batalla sino persiguiendo a un general revolucionario, y eso con firme propósito de no alcanzarle nunca.

Fórmanse estos excavando la tierra hasta cierta profundidad y cultivando el fondo con esmero. Un cañaveral de espeso y fresco follaje circundaba aquel enterrado huerto, dando consistencia a los planos perpendiculares que le rodeaban con su fibrosa raigambre y preservándolo con sus copiosos y elevados tallos contra las irrupciones de la arena.

Mi padre no podía llevar con paciencia su postergación. Se perecía por atraer la amistad de los estudiantes y demostrarles que él, intelectualmente, era muy superior a aquel loco. Un día que yo le menté mis paseos con Angustias y Celesto, me prohibió que siguiese cultivando aquella compañía; pero, como no se enteraba de nada, no le hice caso.

El antiguo boliche del Gallego se convertía en vasto almacén con numerosa dependencia, donde era vendido cuanto puede ser agradable y útil á los que se enriquecen cultivando la tierra, haciéndose además en él todos los negocios, incluso el de banca. El dueño había ganado millones, por otra parte, al convertir sus arenales en campos de regadío.

Siguió cultivando su jardín, con la melancólica satisfacción de considerarse a cubierto de los males revolucionarios al abrigo de aquel coloso de piedra que imponía respeto con su majestuosa vetustez. Podrían cercenar la fortuna del templo, pero serían impotentes contra la fe cristiana de los que vivían a su amparo.

Es más: D. Juan aplaudió la idea de escribir novelas fundadas en hechos reales, y me animó á que siguiese cultivando el género. Esto nos movió á hablar del Comendador Mendoza. ¿El vulgo dije yo, cree aún que el Comendador anda penando, durante la noche, por los desvanes de la casa solariega de los Mendozas, con su manto blanco del hábito de Santiago?

Vinieron a París, desde la provincia brasílica de Minas Geraes, tres sobrinos de la madre, primos hermanos de las hijas. Se habían enriquecido cultivando una magnífica fazenda, pero eran ordinarios y medio salvajes y chapurreaban el francés por detestable estilo. Llevaban, además, en el rostro el indeleble signo de su plebeyo e híbrido origen.