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Actualizado: 14 de julio de 2025


Al propio tiempo, como poseía y sabía tocar la cuerda del sentimiento, sacó mucho partido de la enfermedad de su amigo, víctima de su arrojo heroico en los momentos mismos en que lo era de una miserable injusticia. De tal modo que cuando el joven escultor se levantó de la cama gozaba de mayor reputación y gloria que si le hubiesen dado la medalla de honor.

El diablo son las mujeres... empezó a decir, cuándo se oyó la gran campana del castillo que tocaba a rebato, y fuertes gritos que parecían salir del foso. Ruperto volvió a sonreírse y me hizo un saludo de despedida con la mano. Mucho hubiera deseado habérmelas con usted dijo, pero la cosa se pone fea; y desapareció de mi vista. En un instante, sin pensar en el peligro, subí por la cuerda.

Y don Pablo, que no tenía calzones para hacerse respetar, contestaba que eso era muy natural: la juventud necesita expansión, soltura; si se le cierra la puerta, se escapa por la ventana, o por el tejado, el cañón de la chimenea o el ojo de la llave; la cuerda que se ha mantenido tirante al joven, el viejo se encarga de aflojarla más tarde, y es peor, muchísimo peor.

Y vosotros, mes enfants, tened presente el consejo de un arquero veterano y que sabe su oficio: al tender el arco, la mano derecha pegada al cuerpo, para tirar de la cuerda no sólo con la fuerza del brazo, sino con ayuda del costado y muslo derechos.

Pero la muerte tira la cuerda limitada por la mano del hado, y todo lo turba, y acaba el poderoso príncipe como el rústico labriego.

, la España del siglo XVII... En las esquinas, de lado a lado, la cuerda que sujeta, por la noche, el farol de luz mortecina, que una piedra reemplaza durante el día. Al caer la tarde, el sereno lo enciende, y con pausado brazo lo eleva hasta su triste posición de ahorcado. ¡Cuántas veces, cuando las sombras cubrían el suelo, me he echado a vagar por las calles!

Como aún tenía el extranjero el círculo de cuerda alrededor de su busto, Celinda quiso libertarle de tal opresión. Oiga, don Ricardo; ya estoy cansada de que sea mi esclavo. Voy á dejarle libre, para que trabaje un poquito.

Con los mozos de cuerda y trabajadores formose un regimiento de artillería, y como eligieran para decorarse el morado, el rojo y el verde, en episcopal combinación, fueron llamados los <i>obispos</i>, y no hubo quien les quitara el nombre durante todo el transcurso de la guerra.

Treinta, y bien sabe Dios que nada gano.... Treinta, no me diga que no, porque me muero de rabia. Vamos... choque usted. Batiste agarró la cuerda y tendió una mano al vendedor, que se la apretó enérgicamente. Trato cerrado.

Abrasaba la arena del cauce; el aire, encajonado entre los pretiles, no se conmovía con la más leve ráfaga. En este ambiente cálido y pegajoso, el sol, cayendo de plano, pinchaba la piel y abrasaba los labios. El gitano avanzó algunos pasos hacia Batiste, ofreciéndole el extremo de la cuerda como una toma de posesión: Ni lo de usted ni lo mío.

Palabra del Dia

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