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Haciéndose cargo de la impaciencia de su amiga, el ciego descolgó de un clavo el traje que él llamaba nuevo, por un convencionalismo muy corriente en las combinaciones mercantiles, y lo entregó a su amiga, que en cuatro zancajos se puso en el patio y en la Ronda, tirando luego hacia el llamado Campillo de Manuela.

Recibió luego la señora muchas visitas, comió con el señor cacoquimio, el muchacho pianista, la marquesa de San Salomó, el apoderado de la casa y dos personas más, y retirose a su alcoba después de rezar mucho. Empleó casi todo el día siguiente en devolver visitas y se encerró a las cuatro. No quería recibir a nadie. Deseaba estar sola.

Y esto ansí hecho, el Inca é los señores é los demás caciques, anduvieron fortaleciendo y reparando estas veras destos dos arroyos de la ciudad del Cuzco, que ya habeis oido, andando siempre ansí él como ellos sobre los tales obreros que en la tal obra andaban, dándoles la más prisa que podian á que con toda brevedad hiciesen y acabasen los tales reparos y fortalecimientos, en la cual obra estuvieron cuatro años, dándose la brevedad que les fué posible hacer é acabar su obra.

¡Amigas! las cuatro; si no estamos de vuelta para las oraciones, daremos que hablar dijo levantándose la más alta de estas vírgenes locas, muchacha de nariz aguileña y maneras resueltas que revelaban a la inteligente directora del cotarro. ¿Tienes los libros, Adelaida? Adelaida enseñó debajo de su impermeable tres libros de no muy santa apariencia. ¿Y las provisiones, Carolina?

En sus ojos volvió a brillar de repente la alegría y la serenidad. «Pierda usted cuidado, mi amo respondió con voz clara y gozosa ; antes que le tocasen a usted el pelo de la ropa ya había yo despachado tres o cuatro al otro barrioMe acosté en la íntima persuasión de que decía verdad.

Aquel castillo lo había comprado el capitán por muy poco dinero, y no tenía intención de arreglarlo. Allí todo era viejo y arruinado: las paredes estaban carcomidas por debajo de las hiedras negruzcas; había una capilla vieja en el mayor abandono, unas salas viejas y desmanteladas, una biblioteca vieja llena de libros húmedos y tres o cuatro criados tan viejos y arruinados como toda la casa.

El director se cuidaba poco de él: decíase que tiraba de la oreja a Jorge en el casino, y tal vez fuese cierto: lo indudable era que las cosas casi nunca andaban bien, que más de cuatro veces faltó dinero en la caja para pagar al almacenista, y que a los profesores se les adeudaban casi siempre tres o cuatro meses de sueldo.

Dos mil personas elegidas entre los cuatro millones de habitantes de Londres, un centenar de extranjeros distinguidos, venidos de todos los puntos de la tierra: he ahí la concurrencia.

Si en aquella escuela se recoge tanta ciencia como basura, con el tiempo será Tiaong un pueblo de Sénecas. En las primeras horas de la mañana del cuatro nos dirigimos á Dolores. El camino á este pueblo puede recorrerse en carruaje, en época de secas, en la de aguas se pone intransitable.

Cuando la señorita invitada se levantaba para apoyarse en su brazo, empezaban a sentirse dueños de mismos. Otros menos osados daban tres o cuatro chupadas intensas al cigarro, despidiendo el humo hacia el pasillo, y, después de arrojar la punta, se dirigían pausadamente hacia alguna joven de las menos agraciadas, que les pagaba su atención con una sonrisa henchida de promesas amables.