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Por lo que hace al juego, ha convenido conmigo tambien; pero me ha hecho notar que mis opiniones acerca de este punto causarán escándalo entre ciertas gentes, pudiendo hacer daño á la publicación de mi obra. Pues aunque mi obra se hunda, y á me quemen, contesté, digo y repito que no estoy conforme sino con las cosas cristianas, y me parece que aquel juego no es cristiano.

En ocasiones se llega hasta el punto de acudir á la mitología griega para dar forma á las creencias cristianas; de suerte que resulta una doble alegoría, como, por ejemplo, en El Amor y Psiquis, de Calderón, significando el Amor á Cristo, y Psiquis á la Fe. Los personajes históricos que aparecen en ellos, prescinden casi siempre de su carácter y se convierten en alegóricos.

Al mismo tiempo que circulaban las sagradas historias del Antiguo y del Nuevo Testamento, las antiguas leyendas cristianas, etc., de todos conocidas, corrían también número casi infinito de tradiciones españolas y leyendas milagrosas, que se aumentaban de día en día.

Milagros le saludó de la manera más afectuosa, quejándose luego de su desgraciada suerte y de lo inexorable que Dios era con ella, no dándole más que penas sobre penas. Bringas la confortaba con razones cristianas, aunque le tenía cierta ojeriza, ya inveterada, por no haber recibido de ella el regalo de Pascua que creyera merecer cuando le compuso la arqueta de marfil.

Y sólo después de 1.600 años consagrados a producir los héroes de la otra vida, y los sabios del otro mundo, cuyas imágenes pueblan los nichos de las iglesias, pudieron las naciones cristianas empezar a producir, al fin, los sabios de este mundo y los héroes de esta vida, cuyas estatuas se levantan en las plazas públicas para ofrecer nuevos modelos de conducta a las nuevas generaciones.

Tales son los siguientes: La estatua de Prometeo. Trabajo profundo del mito de Prometeo, con arreglo á las ideas cristianas.

Imaginó luego que Rafaela se había vuelto loca: que los desdenes místicos de su hija habían perturbado su razón. Tal vez pensó también que la asidua lectura de libros malos e impíos había arrancado del alma de Rafaela las creencias cristianas que fueron su consuelo y la había inducido a tan horrendas abominaciones.

Siendo, pues, tan universal el drama, parece ridícula la opinión de los que sostienen, sin haber examinado con diligencia las épocas precedentes, que todo lo más se conoció en Europa hacia el siglo XII ó XIII; y esto con tanta mayor razón, cuanto que las naciones cristianas, hasta en sus épocas de más atraso, eran ya superiores á esos pueblos de que hemos hablado, y sus condiciones especiales sobremanera favorables al desarrollo del drama.

Ana dio gritos, se asustó mucho, se sintió muy cobarde; llorando y con las manos en cruz pidió que llamaran a sus tías, unas hermanas de su padre que vivían en Vetusta y que tenía entendido que eran muy buenas cristianas.

»Resuelta estoy a restaurar con plegarias, cristianas meditaciones y dura penitencia la espantosa ruina en que mi virtud se deshizo. Humillada y contrita estoy, y con todo, no noto en el arrepentimiento. A mi mente acuden en tropel ideas y razones, si no para justificar, para disculpar en parte mi pecado, y, cuando no para absolverme, para mitigar la sentencia que me condena.