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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
En vez de subir por la calle del Águila habían dado un rodeo y entraban por una de las pocas calles nuevas de Vetusta, de casas de tres pisos, iguales, cargadas de galerías con cristales de colores chillones y discordantes.
Y luego, que no se lo han de decir a uno todo de la primera vez, porque es tanto que no se lo puede entender todo, como cuando entra uno en una catedral, que de grande que es no ve uno más que los pilares y los arcos, y la luz allá arriba, que entra como jugando por los cristales; y luego, cuando uno ha estado muchas veces, ve claro en la oscuridad, y anda como por una casa conocida.
Era el coche de las infantitas, que iban de paseo, o el del ministro de Estado que entraba. Deteníanse a ratos delante de los cristales de la habitación de doña Tula, porque desde dentro personas conocidas les saludaban con expresivo mover de manos.
Al través de los cristales sucios percibíase la figura rígida de algún santo con nimbo de metal o el rostro sombrío y angustiado de un Eccehomo. Era demasiado temprano para que hubiese mucha gente.
Los últimos rayos del sol mueren en otoño al pie del Crucifijo que corona su inmenso tabernáculo: no hay conjunto como el que entonces se ofrece al que está situado en una estremidad de su crucero. Los cristales de las ventanas son todos de colores; la luz que pasa por ellos ilumina de la manera mas fantástica aquel lúgubre madero.
No sólo miraba con más recelo que entusiasmo hacia la niña de la mesa inmediata; también dirigía sus ojos asustados hacia la puerta de cristales que se abría y cerraba a cada momento para dejar paso a los tertulios. El chirrido del resorte le producía vivos estremecimientos. ¡Cuánto tarda hoy D. Laureano! exclamó al fin en voz alta dirigiéndose al compañero que tenía enfrente.
Mas ... cesaron de venir las naos, se bendijo la aduana de Manila, la que decía un célebre rey llegaría á verla desde Madrid, calculando su altura según su coste; se establecieron los chinos, desaparecieron los velones de tres mecheros, dando plaza á las modestas virinas, que á su vez habían de dejar el campo á los dorados, los bronces y los cristales tallados.
Ora volvía los ojos a los cristales de mi balcón: veíalos empañados y como llorosos por dentro; los vapores condensados se deslizaban a manera de lágrimas a lo largo del diáfano cristal. Así se empaña la vida, pensaba: así el frío exterior del mundo condensa las penas en el interior del hombre; así caen gota a gota las lágrimas sobre el corazón.
Nunca se había considerado tan feliz como en aquellos días. Experimentaba la monstruosa voluptuosidad del que se halla sentado á la mesa en un comedor bien caldeado y ve por los cristales el mar tempestuoso, con un buque que lucha contra las olas.
Y como quiera que la tienda era grande y la lámpara tenía pantalla, su luz blanca y crecida, en forma de mariposa, no conseguía traspasar los polvorientos cristales de los armarios. Si no supiéramos, pues, hace tiempo, que D. Marcelino comerciaba en paños y bayetas, no era fácil que ahora nos informáramos del contenido de tales armarios.
Palabra del Dia
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