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Actualizado: 16 de junio de 2025
Por más que el juez con su experiencia creyera pocas cosas imposibles, por más que hubiera previsto ya el día en que el tranquilo afecto de un marido demasiado viejo no bastaría a la esposa demasiado joven, la idea de que la Condesa hubiera podido caer le repugnaba.
Procuré dominarme, me decidí, aun a trueque de que Gabriela me creyera descortés, a huir de ella, y me mostré durante varios días desabrido y huraño. Me pasaba yo en el escritorio las horas de descanso, fingiendo ocupaciones extraordinarias, o me iba yo, como escapado, a vagar por la llanura o a tenderme en la hierba, bajo los árboles del río.
Pensaba al propio tiempo que cambiando de lugar cambiarían de cara los sucesos, con noticias que podían salirme al paso cuando menos lo creyera; pensaba también en mi pobre tío, a quien había dejado solo y entristecido por mis mal traducidas preocupaciones; y pensaba, por último, en la tenebrosa noche que estaba ya llegando, y en los peligros de que me cogiera en el camino, aunque no muy largo, de mi casa.
¡Hardoin! bonito oráculo... Fuera de la venta de carneros o del precio de un arrendamiento, no sabe una palabra de nada... Pero... Vamos a ver, amiga mía, ¿tienes más confianza en Hardoin que en mí? Juana rodeó con sus brazos el cuello de su marido en un impulso desesperado, y exclamó: No, Raúl, quiero creer, creo en ti... Si no creyera me moriría o me volvería loca.
¿Y a usted qué le importa? preguntó Joaquinita con acento picado y agresivo, del cual no la creyera capaz. Nada, hija, nada, que buen provecho les haga; pero no está bien marearme tan pronto a un muchacho que acaba de llegar... Porque ya le tiene usted flechado... Mire usted cómo está encendido. ¡Qué guasoncillo! Bien se conoce que no está aquí aún Isabel para ponerle serio.
Quién no creyera, que este hombre con tantos aparatos, y deseando salud y fuerzas, habia de hallar la quadratura del círculo, ó la duplicacion del cubo?
-Todo lo creyera yo -respondió Sancho-, si también mi manteamiento fuera cosa dese jaez, mas no lo fue, sino real y verdaderamente; y vi yo que el ventero que aquí está hoy día tenía del un cabo de la manta, y me empujaba hacia el cielo con mucho donaire y brío, y con tanta risa como fuerza; y donde interviene conocerse las personas, tengo para mí, aunque simple y pecador, que no hay encantamento alguno, sino mucho molimiento y mucha mala ventura.
Quien de lejos divisara aquella pareja, mancebo galán y lozana doncellita, departiendo solos en la vega frondosa, tomáralos, a buen seguro, por enamorados novios; y no creyera que hablaban de dolor y muerte, sino de amor, que es la vida misma.
Basta decir en elogio de la sancta simplicitas de esta señora, que en sus confesiones jamás tenía nada de qué acusarse, pues ni con el pensamiento había pecado nunca; mas como creyera que era muy desairado no ofrecer nada absolutamente ante el tribunal de la penitencia, revolvía su magín buscando algo que pudiera tener siquiera un tufillo de maldad, y se rebañaba la conciencia para sacar unas cosas tan sutiles y sin sustancia, que el capellán se reía para su sotana.
Luego vino la explicación y vulgarización, surgiendo un sistema á que se aplicó un título atrevido y que en otro tiempo hubiérase tenido por una impiedad: La ley de las tempestades. De suerte que lo que se creyera un capricho había de llegar á convertirse en ley. Esos hechos terribles, tomando ciertas formas regulares, perderían en gran parte su potencia de desvarío.
Palabra del Dia
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