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Casi todos los cronistas de Madrid hablan de una tradición, aunque con visos de novelesca, apoyada en noticias dignas de crédito, verosímil, dadas las costumbres de la corte en aquella época, y a la cual va indirectamente unida una de las obras más célebres de Velázquez: el Cristo crucificado. MARTÍNEZ MONTA

En tratándose de pueblos antiguos ó muy remotos, es preciso dar poco crédito á cuanto se nos refiera, sobre riquezas del pais, número de moradores, tesoros de monarcas, ideas religiosas, y costumbres domésticas.

El crédito que se debe dar á estos Historiadores el que leyese esta relacion puede facilmente ser juez, precediendo primero la noticia de sus caridades.

Le daba lástima de aquel hijo que enfermo, triste, tal vez desesperado, iba por ella a continuar la historia de su grandeza, de sus ganancias; iba a rescatar el crédito perdido buscando un milagro de los más sonados, de los más eficaces y provechosos, un milagro de conversión. «Era un héroe». «¡Cuánto había padecido durante aquella cuaresma!». Ella, doña Paula, había acabado por adivinar que su hijo y la Regenta no se veían ya; habían reñido por lo visto.

Dichos cadáveres, horriblemente destrozados, eran la propiedad, todas las clases de propiedad posibles, el Estado, la Iglesia y cuantas instituciones se derivan de estos dos principios, Matrimonio, Ejército, Crédito público, etc... Con admiración de todos, Juan Pablo se lanzó a la defensa del amor libre, de las relaciones absolutamente espontáneas entre los sexos, y puso la patria potestad sobre la cabeza de la madre.

Al cual mandó don Fernando que callase y no interrumpiese la plática de don Quijote en ninguna manera; y don Quijote prosiguió diciendo: -Digo, en fin, alta y desheredada señora, que si por la causa que he dicho vuestro padre ha hecho este metamorfóseos en vuestra persona, que no le deis crédito alguno, porque no hay ningún peligro en la tierra por quien no se abra camino mi espada, con la cual, poniendo la cabeza de vuestro enemigo en tierra, os pondré a vos la corona de la vuestra en la cabeza en breves días.

Es por eso que se le ve tan tranquilo, tan seguro de mismo, meterle a cualquiera la mano en el bolsillo y sustraerle lo que guarda: su único dolor es ser sentido por su víctima, o tomado infraganti por la policía a causa de su poca habilidad. Esto lo desespera, pues le desbarranca su fama, ataca su crédito.

¡Entonces todo esto es mío! exclamé no pudiendo todavía dar completo crédito a la verdad. Todo respondió el capuchino, salvo la parte mía, o, más bien dicho, de mi Orden, para distribuirla entre los pobres, como pago de su misión protectora aquí, y la del señor Dawson, también, junto... con alguna concesión de recompensa, y se dio vuelta hacia Reginaldo a vuestro amigo, aquí presente.

¡Oh santo Dios! -dijo a este tiempo dando una gran voz Sancho-. ¿Es posible que tal hay en el mundo, y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que hayan trocado el buen juicio de mi señor en una tan disparatada locura? ¡Oh señor, señor, por quien Dios es, que vuestra merced mire por y vuelva por su honra, y no crédito a esas vaciedades que le tienen menguado y descabalado el sentido!

Si todas estas señas no bastan para acreditar mi verdad, aquí está mi espada, que la hará dar crédito a la mesma incredulidad. -Sosegaos, señor caballero -dijo don Quijote-, y escuchad lo que decir os quiero.