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Quiso incorporarse, exhalando un gran suspiro, y lo hizo, ayudado por la persona que había entrado y no era otra sino Primitivo; pero apenas estuvo en pie, un atroz dolor en las articulaciones, una sensación de mazazo en el cráneo le echaron a tierra nuevamente. Desmayóse. Abajo, Máximo Juncal se lavaba las manos en la palangana de peltre sostenida por Sabel.

Sus orejas, blanquecinas y despegadas del cráneo, transparentaban la luz. Habiendo tomado aliento, habló con cierto reposo. ¡Paciencia y prudencia! Tengo cuanta cabe en una mujer. Aquí no viene al caso disimular: ya sabe usted cuándo empezó a clavárseme la espina; desde aquel día me propuse averiguar la verdad, y no me costó... gran trabajo.

Mas el mundo, poeta no veia De tu génio la excelsa potestad: Como luz encerrada en vaso opaco Que llena el interior de claridad, Sin que perciba el ojo indiferente La misteriosa lumbre que allí está, Así resplandecia tu alma pura Bajo el opaco cráneo del mortal.

Para suplir la falta de adorno natural, había levantado y traído hacia adelante los pocos restos de cabellera que le quedaban, sujetándolos por medio de un cabo de seda negra sobre la parte alta del cráneo, de donde formaban un hopito con la gracia chinesca más genuina. Momo, ¿quién es este señor? preguntó Stein a media voz. El comandante respondió este en su tono natural.

Entre las cejas y el pelo tenía una faja blanca que le servía de frente; la boca era hundida como la de un cráneo, la nariz de un atrevimiento procaz, no por la enormidad del tamaño, sino por su afligente exigüidad, y, sobre todo, por la insolencia con que la Naturaleza la había respingado para presentar al espectador sus dos ventanas, como el hocico de un crack que olfatea al aire.

Ahora es preciso que hablemos con un magistrado, pues entramos en la fase más complicada del asunto. Entonces, ¿qué va á pasar aquí? Algo muy interesante, Marenval. Vamos á luchar paso á paso contra el error en beneficio de la verdad... Ayer, estábamos expuestos á rompernos el cráneo; hoy marchamos hacia un fin visible.

Pos no tiene mala cabeza é pelailla pa jugar á los trucos dijo el matutero, dándole un papirotazo en mitad del cráneo." El realista estaba lívido de cólera: apretaba los puños en convulsión nerviosa, y en sus ojos brillaron lágrimas de despecho.

Su rostro era el rostro de un polichinela: naricilla de poeta satírico, boca grande y sarcástica, sonrisa burlona. El cráneo voluminoso, bien conformado, acusaba rara inteligencia, aterradora precocidad. El pobre chico apuraba a sorbos una taza de leche, y no dejaba de mirarme.

Como una irónica respuesta, el espejo de la chimenea le envió la imagen de su cráneo calvo y de sus patillas canosas, y el notario exclamó con cómico furor encogiéndose de hombros: Pardiez, lo que tiene son veinte años menos. ¡Oh! la juventud, la juventud... Ahogando un gran suspiro, cogió de la taquilla una carta de sello británico y la leyó moviendo la cabeza. ¡Pobre muchacha! exclamó.

Quién sabe si los causales de aplastarse el cráneo tendrían semejante origen, pues aceptada la absoluta sumisión en que vivían las antiguas razas con relación á su jefe, todo es de creer.