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Actualizado: 4 de junio de 2025


Examino toda la casa. En el piso bajo, salón, billar, gabinete-biblioteca, galería de costura sobre el jardín, rodeada de cristales, el comedor con paso a la estufa por la escalinata de mármol blanco. ¡Qué alegría! Todo es cristal, flores, plantas de hojas gigantescas, de colores fuertes, raros.

Con éstas y otras invenciones para ocultar sus haraposos vestidos, el vendedor de periódicos quedó tan guapo que no parecía el mismo. Mucho se vanaglorió de su persona cuando le pusieron ante el espejo de un estuche de costura para que se mirase. Estaba el chico deslumbrador. En seguida principió el baile.

Pepe se la quitó de las manos, le sujetó fuertemente metiéndose la cabeza del agresor entre las piernas, y por castigo le descosió con el cuchillejo la costura trasera del pantalón, dándole luego en lo que el sol ni el agua vieron jamás, unos cuantos azotes: después le devolvió tranquilamente la navajilla, diciendo: «Toma, boceras; eso no sirve más que partir pan.» A las horas de trabajo era modelo de laboriosidad: cuando llegaba el momento de hacer diabluras, era de la piel de los demonios.

Al indicarle la muchacha que hablase con su madre y que le encargase la obra de costura que ella debía hacer, ¿no estaba claro que Juanita se mostraba propicia a entrar en cierto género de relaciones, aunque no a hurto, sino a sabiendas y con beneplácito de la autoridad materna?

D.ª Carolina sacudía la cabeza con ira cada vez que su yerno volvía la espalda. Al fin, una mañana en que Carlota estaba fuera de casa, la sagaz señora hizo una seña expresiva a su hija menor, y ésta se apresuró a levantarse y salir del gabinete. Quedaron solos suegra y yerno. Sin alzar la cabeza de la costura D.ª Carolina comenzó a hablar con voz un poco alterada.

Por otra parte, puedo asegurar que en todo este tiempo no se ha separado ni un momento de durante el día. Y no mentía. Cecilia trabajaba en el gabinete de costura al lado de su madre, y hasta en los paseos que solía dar por el parque jamás Enrique se encontraba a solas con ella. Conste, además, que él no buscaba ocasión para acercarse.

Rafaela se quedó una vez mirando en silencio la costura de la joven, y luego dijo: ¡Ay, niña, qué pena me da de verte tan afanada trabajando siempre! Tu madre también trabaja mucho. ¿Y qué ganan ustedes con esto? Muy poco. El trabajo de las mujeres está muy mal pagado. Es casi imposible el ahorro. Lo comido por lo servido. Vienen las enfermedades y la vejez y traen consigo la miseria.

Y dejando el libro, tomó el rosario y rezó. Clara bajó la cabeza y siguió cosiendo. Era tal su congoja, que no daba un punto á derechas; picóse los dedos muchas veces, y la costura salió tan mal que pronto fué preciso desbaratarla y coserla de nuevo. Dejémoslas y acudamos á las visitas.

Un instante, amigo mío, dijo el antiguo fabricante de pastas; tengo que decir á usted dos palabras antes de marcharme. ¿Dónde hablaremos sin que se nos moleste? Si el señor quiere entrar en el recibimiento, no habrá riesgo de que nadie entre... ¡No! Jamás viene nadie... Marieta está en la cocina y la doncella arriba, en el cuarto de costura.

¿No te lo decía yo, mujer? murmuraba Teresa al oído de Valentina mirando a nuestra joven. Si la señorita Cecilia no puede querer a nadie. Gonzalo huía de entrar en la sala de costura. Cuando alguna vez lo hacía, se mostraba tan alterado y confuso, que las bordadoras se guiñaban el ojo sonriendo.

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