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Actualizado: 4 de julio de 2025
Porque de otra manera no era señor de una blanca que el maldita ciego no cayese con ella, no dejando costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues, ansí como digo, metía cada noche la llave en la boca y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es la diligencia.
La pobre no pudo dormir, y el día la encontró hecha un ovillo, empapada en sudor frío y temblando de miedo. Entre estos sucesos extraordinarios y la diaria tarea del estudio y la costura, aterrada siempre por la fascinación terrible de los espejuelos de la madre Angustias, pasó Clara cuatro años, hasta que, cumplidos los once, vino Elías por ella y se la llevó á su casa.
Estas riñas terminaban, por lo común, con que dijese Pepe Güeto: Si yo tuviera la desgracia de ser marido de usted, ya la metería en costura , y con que doña Manolita respondiese: Pues si yo incurriese en el desatino de ser mujer de hombre tan fastidioso, o le había de poner más alegre que unas sonajas, o me había de borrar el nombre que tengo.
Todavía me parece que las veo: llevaban sombreros altos, grises, con velitos cortos muy ajustados al rostro, y dos largos vestidos de amazonas, sin costura, con una sola abertura que seguía la línea de la espalda... ¡y es preciso que una mujer sea verdaderamente bien formada para llevar vestidos así! Porque, mirad, señor cura, con los trajes de amazonas sin costura no hay engaño posible...
Hermosa es la verdad siempre; pero en el arte seduce y enamora más cuando entre sus distintas vestiduras poéticas escoge y usa con desenfado la de la gracia, que es sin duda la que mejor cortan españolas tijeras, la que tiene por riquísima tela nuestra lengua incomparable, y por costura y acomodamiento la prosa de los maestros del siglo de oro.
No, no sé nada replicó la joven, fijando sus ojos en la costura. Pues yo sí lo sé... Mi padre es muy razonable.
Remolón era el buen señor, y transcurrió otro mes sin que entrase por las puertas la ansiada libranza. Áspera y recelosa D.ª Laura, invitó a Isidora a trabajar con espaciosos argumentos. ¿No tenía manos? ¿No sabía coser? ¿No trabajaban como negras aquellas dos señoritas decentes, Emilia y Leonor? Isidora era hábil en la costura y en prepararla, pero no sabía manejar la máquina.
Baste decir que desaparecieron en una noche las vinajeras, y un estuchito de costura de Obdulia; otra noche dos planchas y unas tenacillas, y sucesivamente elásticas usadas, retazos de tela, y multitud de cosas útiles aunque de valor insignificante. Libros no había ya en la casa, y Doña Paca no se atrevía ni a pedirlos prestados, temerosa de no poder devolverlos.
Ni hubo vara de mimbre, ni ella entró más en costura que cuando estaba soltera; pero en cambio, Pepe Güeto se reía como un loco, sobre todo con los chistes de su mujer, que le hacían mucha gracia, y con sus risas que tenían para él mucho de agradablemente contagioso. Para doña Luz pasaron entre tanto los meses, sin otra novedad que el cambio alternado y regular de las estaciones.
Calma, amiguito contestó don Gil, poniéndole la mano en el pecho: ¿recuerda usted mi gorro y mis calcetas, un primor de costura y de corte? ¿Y qué tiene eso que ver con la...? Vamos allá. Pues ese traje, ese gorro, esas calcetas, me las hicieron doña Nicolasa y doña Bibiana Remolinos, personas eminentes en el arte de coser, á quienes tendré el gusto hoy mismo de presentar á usted.
Palabra del Dia
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