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Actualizado: 29 de junio de 2025


Cuando uno cae herido, lo llevan al hospital y allí se está tres ó cuatro meses como un canónigo, tomando buenos caldos y platicando con algún compañero, mientras los demás andan con la lengua fuera de aquí para allá, unas veces comiendo mal y otras veces sin comer, al sol cuando lo hace y al agua cuando cae... También tienen sus raticos buenos, no vaya usted á creerse; cuando uno va á atacar una trinchera, pongo por caso, y suena la corneta en medio del silencio, y se descargan los primeros tiros, y se huele el humo de la pólvora, y sin verlo, porque el humo lo tapa, se escucha la voz ronca del oficial que grita: «Adelante, muchachos»; y se sube, se sube hasta encaramarse sobre la trinchera, salpicados de sangre, entre los quejidos de los que caen, los gritos de los que suben y el choque de las bayonetas, aunque parezca mentira, siente uno unas cosquillas que corren por todo el cuerpo y le hacen gozar... Hay momentos que no se cambiarían por muchos años de buena vida, señorita...

Durante las clases puedes tener las gafas puestas. , pero... eso no me cambiará mucho. Si al menos yo tuviese una buena barba... como los demás... No digas tonterías; tu barba es admirable. Lo he dicho siempre y lo repito. El profesor experimentó un gran alivio. Abrazó a su mujer y le hizo cosquillas con la barba detrás de la oreja.

Perucho alzó hasta la boca un pie, luego otro, y así alternando se pasó un rato regular; sus besos hacían cosquillas a la niña, que soltaba repentinas carcajadas y se quedaba luego muy seria; pero que en breve empezó a sentir el frío, y con la rapidez que revisten en los niños muy chicos los cambios de temperatura, los piececillos se le quedaron casi helados.

La dulce respiración de la Princesa y sus cabellos de oro acariciaban blandamente la cara de Pacorrito, haciéndole cosquillas y causándole cierta embriaguez. La mirada amorosa de la gentil dama ó un suave quejido de cansancio acababan de enloquecerle. En lo mejor del baile, los monos anunciaron que la cena estaba servida, y al punto se desconcertó el cotarro.

El demonio de la soberbia, no obstante, abatido y aletargado con el golpe de la escapatoria, comenzaba á revolverse y hacerle cosquillas en el alma. El resquemo de la humillación no se suavizaba, antes iba siendo cada días más áspero é insufrible.

Las notas del órgano, bajando a hacer cosquillas al recién nacido, al que venía de los cielos del misterio, metiéndosele por las carnecitas que dejaban al aire los dedos discretos y expertos de doña Celestina, al descubrir la espalda de la criatura; las notas aladas y revoltosas, eran angelillos que retozaban con su compañero humano, menos feliz que ellos, pero no menos puro, no menos inocente.

Luego le hacía cosquillas, acostaba al gato con él, le retiraba las sábanas con la debida precaución para que no se enfriase. El sueño se cebaba de tal modo en aquel cuerpo, por las exigencias de la reparación orgánica, que el despertar del estudiante era obra de romanos y una de las cosas en que más energía y constancia desplegaba doña Lupe.

Hay una razón para ello. Sus habitantes son todos noctámbulos. No por qué me hizo enormemente gracia, me hizo como cosquillas en el alma, la idea de que Tucker fuera, ¡al mismo tiempo! procurador y noctámbulo. Por no afligirla no hice notar esta coincidencia a Nanela... Quien en cambio dijo: Muy obscura está la noche.

278 Pero en ese punto mesmo sentí que por las costillas un sable me hacía cosquillas y la sangre me heló; dende ese momento yo me salí de mis casillas. 279 Di para atrás unos pasos hasta que pude hacer pie; por delante me lo eché de punta y tajos a un criollo; metió la pata en un hoyo, y yo al hoyo lo mandé.

Le hacíamos a usted cosquillas para verla reír; su risa me parecía el encanto, la alegría de la Naturaleza. ELECTRA. Vea usted por que he salido tan loca, tan traviesa y destornillada... Y alguna vez me cogería usted en brazos. CUESTA. Muchísimas. CUESTA. A veces con tanta fuerza, que me hacía usted daño. ELECTRA. Me pegaría usted en las manos. CUESTA. ¡Vaya!

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