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Actualizado: 15 de junio de 2025
Este ofrece un aspecto magestuoso; recientemente blanqueado, y algun tanto limpios los adornos, aunque sin restauracion de los deterioros que han sufrido, ostenta su galeria ó tribuna pública sobre el suelo de la cornisa, arquitrabada con inscripciones góticas que corren por los cuatro lados del rectángulo.
Los puertos de este rio son Buenos Aires, la Colonia del Sacramento, la bahia de Barragan, el puerto de Montevideo, y el de Maldonado; hay otros muchos para navios menores, especialmente á las bocas de varios rios que corren hácia él.
En los tiempos que corren, esa preciosa virtud hace falta para muchas cosas de la vida artística; sin ella la obra literaria corre peligro de no nacer, o de arrastrar vida miserable después de un penoso nacimiento.
Diez años comprenden un periodo de renovación: diez años rara vez corren en balde, y el que mira hacia atrás suele sorprenderse del camino que se anda en una década. Mas así como hay personas, hay lugares para los cuales es insensible el paso de una décima parte de siglo. Ahí están los Pazos de Ulloa, que no me dejarán mentir.
Esto me preocupa a menudo, sobre todo desde que me han impresionado las malas noticias que corren respecto del Banco Raynaud. No he querido comunicarle esta noticia. Se habla de ruinosas operaciones. Usted tiene mucho dinero en ese Banco; habría que tomar, quizá, algunas precauciones. Siempre he temido alguna catástrofe que pudiera repercutir contra nosotros; ¡como lo veo tan confiado a usted!...
Esto lo ayuda a serenarse. Se vuelve hacia Gertrudis. Ella se oculta el rostro en las manos y gime dulcemente. ¿Sufres mucho? le pregunta él. Esto me escuece. Mete el pie en el agua; se te refrescará. Ella deja caer sus manos y lo mira con sorpresa. Eso me ha hecho bien a mí dice él mostrando su frente, por donde corren todavía las gotas de agua.
Merced á los infames que la han corrompido, corren por la corte injuriosas calificaciones de nosotros y de nuestro club. ¡Que esos infames salgan de aquí! ¡Que se digan sus nombres! respondió la multitud con un rugido. No decía otro: esa especie de hombres no existe. Sí existe exclamó exasperado el primero.
El conde no pudo menos de sonreír..., y yo también. A lo que entendí, era costumbre entre los aficionados detenerse, a la vuelta de Tablada, en alguna de las numerosas ventas que hay a la salida de Sevilla por aquella parte. Son los centros de reunión de la gente alegre, donde se corren las juergas, sin peligro de despertar a los vecinos y entenderse con la Policía.
Sí, señor... pero en este momento va a decir misa. Si usted quiere oírla, puede subir después a su cuarto. Con mucho gusto repliqué. Retirose de la ventana, y acto continuo sonó un campanilleo de llaves y la puerta se abrió con ruido de cerrojos que se corren. Pase. Cerró otra vez con llave y me dijo: Venga usted conmigo.
Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren.
Palabra del Dia
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