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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
En todo caso añadió la Bonnetable más y más ofendida por la oposición de la abuela, la de Brenay es ridícula y su hija también... ¡Oh! protestaron las señoras en coro. Eso se llama ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio dijo Francisca a media voz. Sí, son ridículas, lo mantengo replicó la Bonnetable, dispuesta esta vez a dar la cabeza, si era preciso, para sostener su opinión.
En los pies, Pinedo, en los pies ... donde tiene usted el talento. Aunque usted me insulte, quisiera que me traspasase esa gota ... ¡por tener siquiera una gota de usted! ¡Pocas gracias! Sería una gota de esencia aromática dijo un consejero de Estado harto dulzón. ¿Y usted qué sabe, hombre, si no ha metido la nariz más que en el coro de ambos sexos? El consejero se puso colorado.
Y, en efecto, charla en esos propios instantes a más y mejor en amor y compañía de su inolvidable institutriz miss Eva Brown, de la gentil millonaria norteamericana miss Ketty Nicholson, de petrolesco olor, según detenidas observaciones de Pierrepont, sin que falte en el arcangélico coro aquella por siempre famosísima señorita de Chalvin, que se encabritaba como un caballito resabiado, según confesión de su misma interesante mamá, cuando en algo se le contrariaba.
Este fué sin duda el pensamiento que animó al digno obispo D. Alonso Manrique al proponer al cabildo la construccion de un nuevo coro con su capilla mayor y crucero en el centro mismo de la mezquita.
Las señoras refugiábanse en los portales, empinándose sobre las puntas de los pies para ver mejor; los maridos cogían a sus pequeñuelos por los sobacos y los sostenían a pulso para que contemplasen las últimas contorsiones de los monigotes. Aún era de día y ya se impacientaba la muchedumbre. ¡Fueeego...! ¡fueeego...! gritaban a coro los de la blusa blanca.
Pero hay efectivamente en el muro occidental una puerta hoy tapiada, al lado del postigo de S. Miguel, que corresponde á una cámara ó estancia árabe, cuajada de primorosa tracería, aunque lastimosamente toda encalada, donde se custodian el archivo de la estinguida capilla de música y los libros de canto para el coro.
Al llegar al entresuelo, pasamos a una habitación sin muebles; no había en ella mas que un piano, sobre el cual manoteaba un mísero bujarrón tuberculoso; en torno suyo había una fila de mujercitas, que repetían a coro una canción necia.
En la provincia de Corrientes, y en casi toda la América, su sirven de esta vacilante embarcacion, en la que no es posible hacer un solo movimiento sin riesgo de volcarla. Edificóse su iglesia en 1694, y el P. Eguiluz refiere que el dia de su consagracion, iba un coro de danzantes á la cabeza de la procesion, como era de costumbre en el Perú.
Usted es mi hija, ¿lo oye usted?, y tendremos ocasión de probárselo. El conde insistió sobre la necesidad del viaje y el doctor hizo coro con él. Además añadió el señor Le Bris , la duquesa no nos sería precisamente útil. Dos enfermos en un mismo carruaje no permiten adelantar mucho. El viaje que es conveniente para usted, sería perjudicial para la señora duquesa.
Apretose las sienes como para detener la tenaz péndola, y lentamente, paso a paso, se encaminó al vestíbulo de casa de Artegui. Al poner el pie en el primer peldaño de la escalera, la música zumbadora de la sangre le cantaba en los oídos, como un coro de cien moscardones. Parece que le decía: No vayas, no vayas.
Palabra del Dia
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