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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Y las casas del tránsito parecían contemplar el cuadro y entender su asunto, y de unas llovían flores, ramos, coronas, y otras, en menor número, cerradas a piedra y lodo, dijérase que fruncían el ceño y se ponían hurañas y serias al sentir el roce de las olas revolucionarias. Cuando estas llegaron a estrellarse en el baluarte, se esparcieron y derramaron por doquiera.

El Gobierno se esfuerza en extirpar los restos de la fe de nuestros padres, de aquella fe poderosa de que vemos exacta expresión en las soberbias catedrales de la Edad Media, que subsisten y subsistirán para asombro de las generaciones. ¡Mezquina edad presente! ¡Ah! ¡Cómo se engrandece el ánimo al contemplar las prodigiosas obras que levantó el sentimiento religioso! ¿El espíritu que de tal manera se reproduce, no debe conservarse en la sociedad, mediante la acción previsora de los Gobiernos encargados de velar por los grandes y eternos principios

Después de numerosas peticiones al municipio de la capital y de no menos entrevistas con los personajes allegados al gobierno, consiguió Flimnap ver aceptado el programa de diversiones que había ido formando para recreo de su amigo el gigante. Una noche guió al Gentleman-Montaña hasta una colina desde cuya cumbre se podían contemplar verticalmente dos grandes avenidas de la capital.

Al mirar hacia arriba, al este, creía contemplar á Colombia, con sus cordilleras prodigiosas y su salvaje grandeza, no obstante que los Alpes me parecían apenas un remedo humilde de los gigantescos Andes.

Hay hombre que se queda calvo, y defrauda al Estado, y arruina a varias familias, solamente para que dos caballos le lleven a todas partes a contemplar a otros hombres que también se han quedado calvos y han defraudado al Estado y a los particulares con el mismo objeto.

Pensé al principio que me equivocaba... después procuré disimular mis manos coloradas, luego tuve un acceso de tos... Me traté de animal, de fatuo, pensé en marcharme, y, por último, me puse a contemplar fijamente, todo aturullado, el fondo de mi taza... ¡como una jovencita!

La copa era allí menos barata que en el barrio de los traperos, pero mucho mejor. Al ir a Madrid y al volver, no podía sustraerse a la tentación de abandonar el camino para contemplar los ojos de la dueña, su aire de señorío y los parroquianos de la casa, todos unos caballeros... Y con estas alabanzas aún conquistó una tercera copa.

Con voz del Santo Oficio y apellido Le prenden, y eso suena su proceso: En un punto se el pobre afligido, Con miserable fin del mal exceso. ¡Quien duda que estaba arrepentido, En contemplar el triste aquel suceso! Que el solo conocer su grave culpa, Es lo que al pecador mas le disculpa.

Pero Jaime, al contemplar a esta compañera de soledad, atravesaba con la imaginación su áspera mascarilla, adivinando sus serenas facciones y el misterio de sus ojos orientales, rasgados en forma de almendra. La veía como nadie podía verla. Sus largas horas de contemplación silenciosa habían acabado por borrar el rugoso antifaz, obra de los siglos.

Si les escuchamos, nos dirán: «No nos detengamos a contemplar el mar o las estrellas; no hay que distraerse. El camino espera. Corremos el peligro de no llegar al fin». ¡El fin! ¡Qué ilusión! No hay fin en la vida. El fin es un punto en el espacio y en el tiempo, no más trascendental que el punto precedente o el síguiente.

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