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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Os espero esta tarde en el convento de Atocha dijo el padre Aliaga al bufón. Iré dijo el tío Manolillo. El padre Aliaga hincó una rodilla en tierra y besó la mano al rey. Después salió. ¡Es muy singular la historia que nos has contado, Manolillo! dijo el rey. Tan singular, que me ha hecho daño el contarla y me ahogo en la cámara; es demasiado fuerte ese brasero y hace aquí calor.
Otra vez tuvo que aislarse en la barraca con su familia, vivir en perpetuo vacío, como un apestado, como una fiera enjaulada á la que todos enseñaban el puño desde lejos. Su mujer le había contado al día siguiente cómo fué conducido á su barraca el herido valentón.
Y ¿quién te ha contado esta historia, Perla? preguntó la madre reconociendo una superstición muy común en aquella época. Aquella señora vieja que estaba sentada en un rincón junto á la chimenea en la casa donde estuviste velando anoche, dijo la niña. Ella me creía dormida mientras estaba hablando de eso.
El pobre Villa, en vez de darse por enterado, había replicado que le dijese cuáles eran esos obstáculos, para salvarlos si era posible, tornando a hacer protestas vivas de su amor y constancia. Pero ¿por dónde se supo eso? pregunté bastante desabrido. Pues por la misma Isabel, que se lo ha contado en confianza a Ramoncita.
Parece la Catedral, considerada de este modo, una matrona antiquísima, una venerable abuela, á la cual cada uno ha contado sus tristezas, confiado sus secretos, legado su gloria, pedido consejo en la desgracia y debido una oración en la hora de la muerte.
Preguntó luego a Dorotea le dijese cómo había venido a aquel lugar tan lejos del suyo. Ella, con breves y discretas razones, contó todo lo que antes había contado a Cardenio, de lo cual gustó tanto don Fernando y los que con él venían, que quisieran que durara el cuento más tiempo: tanta era la gracia con que Dorotea contaba sus desventuras.
A falta de personas formales los niños tomaban posesión del paseo, utilizándolo para los juegos del aro, de la cuerda, de la pelota, pío campo, escondite, y otros no menos respetables, tan respetables, por lo menos, y por de contado más saludables, que los de el ajedrez, tresillo, ruleta y siete y media con que los hombres se divierten.
Era lo único que daba el portugués, al contado y sin usura: noticias. No crea usted ni una jota de la renuncia de Eneene contestó; acabo de verle en su despacho y me ha dicho que no soltará a tres tirones la cartera, ni a cuatro; que él tiene la confianza del Presidente, y con esto le basta.
El doctor recordaba los principales detalles de su vida, que muchas veces había contado el Capi de sobremesa en casa de Sánchez Morueta, con su sencillez de hombre franco y comedido al mismo tiempo, sin parar atención en el entrecejo de la señora que temía á cada instante extralimitaciones en el relato.
Yo quiriendo ti, tú quirier otro... Sí, sí... Señor bunito, cabaiero galán... ti queriendo él... Enfermo él casa Comadreja... tú llevar casa tuya él... quirido tuyo... quirido... rico él, señorito él... ¿Quién te ha contado esas papas, Almudena? dijo la buena mujer echándose a reír con toda su alma. No negar tú cosa... Tu n'fadar mí; riyendo tú mí...».
Palabra del Dia
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