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Actualizado: 19 de junio de 2025


Todo anunciaba que el señor de los Pazos se llevaría el gato al agua, a pesar del enorme aparato de fuerza desplegado por el gobierno. Se contaban los votos, se hacía un censo, se sabía que la superioridad numérica era tal, que las mayores diabluras de Trampeta no la echarían abajo. No disponía el gobierno en el distrito sino de lo que, pomposamente hablando, puede llamarse el elemento oficial.

Los artículos contaban sus hazañas, las heridas que llevaba recibidas, las aventuras tenebrosas de las que había salido con vida milagrosamente. Los ojos de ella pasaban sobre todo esto con fría curiosidad. ¡Pobre James! ¡Tan insignificante!... Será un buen marido para una mujer de inteligencia corta.

Mientras se rehacían las fuerzas castellanas y consultaban sus jefes, aquella retirada parcial proporcionó á los ingleses que aun quedaban con vida el descanso que tanto necesitaban. Grandes habían sido sus pérdidas. De los trescientos setenta hombres que contaban al emprender la defensa de aquella altura, no quedaban en pie más de ciento cincuenta, heridos muchos de ellos.

Cuando se reunía Dolorcitas con alguna amiga, entonces yo ya no jugaba: ellas jugaban conmigo. Recuerdo mis conversaciones con Dolores y con una amiga suya, María Jesús; debían ser algo como el juego de un oso con dos mónitas. Las amigas se contaban sus cosas al mismo tiempo, con una velocidad vertiginosa; yo, en cambio, marchaba como una gabarra cargada hasta el tope.

Después de esta escena, que no sabemos si se realizó con los pormenores horrendos que algunos contaban, quedó roto el matrimonio para siempre. Osorio, sin derecho ya para intervenir en la conducta de su mujer, se vió obligado a ser mero espectador de ella. Entregóse Clementina sin reserva, sin disimulo, puede decirse también que sin pudor, a todos los galanteos que se le ofrecieron.

Pero nunca se lo quiso decir doña Andrea a Manuelillo, a quien contaban que el padre no escribía porque sufría de reumatismo en las manos, para que no le entrase el miedo por las angustias de la casa, y quisiese venir a socorrerlas, interrumpiendo antes de tiempo sus estudios.

»Yo pensaba en Pablo y Virginia, en aquellos dos muchachos extraviados también como nosotros, pero que siquiera contaban con Domingo y su perro. Cierto es que los bosques de la isla de Francia son más solitarios que los de Ville d'Avray; pero para nosotros, dada nuestra situación de ánimo, en aquel instante, no había entre aquéllos y éstos la menor diferencia.

Trepando en la áspera senda de la gloria, llegaron simultáneamente a la cumbre, y allí, con la cara torva, se miraron como debieron hacerlo Jiménez de Quezada y Belalcázar, al encontrarse frente a frente en la sabana de Bogotá, partidos, el uno del norte y el otro del sur, después de largos meses de martirio... Más tarde, los colombianos contaban a sus hijos el duro batallar de la Independencia, la figura de Necochea, del Murat argentino, abriéndose camino, con su sable entre el muro español... y a su vez, los argentinos, los pocos que vegetaban aún en las largas y tristes veladas de la tiranía, narraban en voz baja las hazañas pasadas, cuando Córdoba avanzaba como un héroe legendario, a la voz de «¡Paso de vencedores!» Y los dos pueblos que habían dado libertad a la América y confundido su sangre en la batalla, dejaban a la generación que los seguía, ese legado de cariño, de simpática respeto que hoy muestra Colombia para la Argentina y la Argentina para Colombia.

No se la podía regañar, y en el colegio la maestra tenía orden de no imponerle ningún castigo ni exigir de ella aplicación y trabajo. Si durante el día presenciaba algo que excitase su sensibilidad o se contaban delante de ella casos lastimosos, por la noche lo reproducía todo en su agitado sueño.

Se contaban a este propósito, en letras de molde, todas las anécdotas más o menos chistosas que corrían por la villa, y algunas más descubiertas o inventadas por los maleantes redactores. Y como si esto fuera poco, no había número del citado periódico en que de un modo u otro no se hiciese mención de la peluca de doña Brígida, que por tal circunstancia había llegado a ser popular en Sarrió.

Palabra del Dia

rigoleto

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