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Actualizado: 19 de junio de 2025


Los alemanes, libres del peligro que representaba Rusia á sus espaldas, concentraban en Francia, después de ajustar la paz con los bolcheviques, la totalidad de sus tropas para llegar á París. Los aliados, frente á esta ofensiva aplastante, sólo contaban con sus antiguas fuerzas y las que pudiese aportar la reciente intervención de los Estados Unidos.

El payés que tenía una atlota en edad de noviazgo veía presentarse a los muchachos del distrito y de otros distritos de la isla, pues todos los ibicencos contaban con igual derecho para solicitarla. El padre apreciaba el número de los pretendientes. Diez, quince, veinte: a veces hasta treinta.

En toda ceremonia oficial, los periódicos se cuidaban, ante todo, de anunciar: «Hablará el ilustre SimoulinUnas veces era un discurso patriótico; otras, una oda de circunstancias. Los organizadores de banquetes contaban con un medio seguro para evitar el fracaso: «A los postres, pronunciará un brindis nuestro poeta.» Y en pocas horas no quedaba un asiento disponible.

Al terminar la misa, los imponentes personajes movían la cabeza saludando á los fieles más cercanos. «Buenos díasPara ellos era como si acabase de salir el sol: las horas de antes no contaban.

Algunos olivos que sólo contaban trescientos ó cuatrocientos años se erguían con una arrogancia de juventud, frondosos y exuberantes, tendiendo sobre el suelo su sombra ligera, inquieta, casi diáfana, una sombra de cristal empolvado que cambiaba de sitio según el capricho del viento.

El ministro continuaba citándole frecuentemente a su despacho con otros diputados de la mayoría, y allí, mano a mano y como en familia, se contaban las fuerzas y se discutían las batallas que, por de pronto, necesitaba dar el Gobierno, sin perjuicio de otras más rudas que tendría que librar más adelante. No se apuraba don Simón por esto, pues no paraba mientes en tan poca cosa.

Algunas derramaban ya lágrimas llevándose el pañuelo a los ojos; otras se contaban al oído los preparativos para la fiesta y las circunstancias que habían acompañado a la determinación de la joven. Se hablaba mucho de una carta que ésta había escrito al marqués de Peñalta despidiéndose de él y disculpándose. Algunas compadecían a Ricardo, mientras otras murmuraban que no le faltaría novia para casarse. Después de todo, si Dios la llamaba a por ese camino, ¿había razón para apartarse de

Fernando y Salvador se abrazaron cordialmente; contaban una misma edad y habían hecho juntos algunas memorables jornadas infantiles. Cuando entró Narcisa en la sala, Salvador no pudo remediar cierto azoramiento mortificante, que ella interpretó a su antojo. Llevaba el médico en la solapa una blanca margarita del jardín de Luzmela.

Sus moradores, en tiempos pasados, eran muchísimos en número, de suerte que en sólo el contorno de la ciudad de Guadalcazar, que hoy está destruída, se contaban más de cuatrocientas Rancherías de diferentes naciones y lenguas.

De cada una de ellas se contaban anécdotas que ardían; caprichos libidinosos que traían su filiación de la Roma corrompida de los Césares. No niega fundamento la Montálvez a estos rumores, pero se sacude violentamente de ciertos hechos; y quiere que conste que todos los comprobables de aquel calibre pertenecen a Leticia y a Sagrario. La misma salvedad hace con respecto a los dichos.

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