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Actualizado: 12 de junio de 2025


Se llevó las manos a los ojos y rompió a llorar con vagidos de cordero abandonado, como un niño que despierta en las tinieblas y siente el vacío en torno suyo, sin que sus manos temblonas tropiecen con el calor del pecho maternal. El mismo día de la nevada, un nuevo infortunio conmovió dolorosamente a Isidro. Al volver a su casa pudo comer.

El anciano se conmovió un poco, Isidora tanto, que volvieron a salir lágrimas de sus ojos. Llevándose a ellos la punta del pañuelo rojo, exclamó: «¡Mi pobre enfermo!...

¡Triste guerra! volvió á repetir . Que Dios castigue á los ingleses. Con una solicitud que conmovió á don Marcelo, le hizo preguntas á su vez acerca de su familia.

Detúvose la cabeza de la columna al entrar en la plaza, resistiendo el empujón de los que venían detrás. ¡Nadie! ¿Quién iba a ayudarles? ¿Dónde estaban los soldados que debían unirse a ellos?... No tardaron en saberlo. De una reja baja partió una llama fugaz, una línea roja disolviéndose en humo. Un trallazo enorme y seco conmovió la plaza.

Por este tiempo recibió carta de su tío en que le noticiaba cómo Rosa se había escapado nuevamente de casa por no poder sufrir los malos tratos constantes de su padre, quien la achacaba la ruina y la miseria en que había caído. Se había marchado a Lada y estaba sirviendo en casa de unos señores ricos. Andrés se conmovió con aquella carta.

Ni aun entonces se apartó su vista de los barcos ingleses ni de los movimientos de nuestra artillería; y el imponente aspecto del alcázar y toldilla, donde agonizaban sus amigos y subalternos, no conmovió su pecho varonil ni quebrantó su enérgica resolución de sostener el fuego hasta perecer. ¡Ah!, recordando yo después la serenidad y estoicismo de D. Francisco Javier Uriarte, he podido comprender todo lo que nos cuentan de los heroicos capitanes de la antigüedad.

Despues hizo lo mismo Verulamio, cuya doctrina, aunque derivada de nuestras gentes, es la que conmovió los ánimos para desamparar la Filosofía Escolástica, y por varios caminos hallar otra nueva con la regla de no ir á buscarla en los antiguos, los quales por lo comun tenian en gran desprecio.

Una vez templada, la señorita de Delgado declaró terminantemente que no cantaría porque no se acordaba de nada. La tertulia se conmovió profundamente y trató con reiteradas súplicas de infundirle un recuerdo fresco de alguna preciosa melodía. Mas como la cantante no abandonaba el instrumento y seguía haciéndole sonar dulcemente, volvieron todos a guardar silencio y a esperar con ansia la canción.

No sabemos cómo se habló de Arturito y se lamentó su muerte. Don Joaquín se conmovió, hizo tres o cuatro pucheritos y se le saltaron las lágrimas. Toda mi vida exclamó , conservaré como recuerdo una prenda suya, que, sin duda, Madame Duval llevó a la alcoba de mi mujer, donde yo la encontré hace dos o tres días. Esta es la prenda.

Después de tales palabras no juzgó prudente Elena seguir la conversación, limitándose á mostrar una triste conformidad. ¡Si á usted le da miedo seguir aquí!... Esta tristeza conmovió á Sebastiana. Yo con gusto me quedaría; la señora me es simpática y no me ha hecho nunca daño... Pero la gente es como es, y yo ¡pobre de ! no voy á pelearme con todas las mujeres de la Presa.

Palabra del Dia

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